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Vídeos animados a golpe de rock y metal.

En este blog dedicamos una sección entera a la mezcla del rock y el metal con distintas formas de expresión artística, en especial las visuales y las literarias. Por aquí hemos hablado de bandas sonoras, de cómics y su relación con la música, de canciones inspiradas en las obras de escritores o en personajes históricos. Y hoy presentamos un post especial sobre videoclips animados, un arte fantástico, que ya tocamos en este sobre la obra de Todd McFarlane.

No vamos a seleccionar cortes de algunas «falsas» bandas que han vivido tan solo en ese mundo de colores en movimiento, como Gorillaz o Deathklok. Tampoco de películas y largos animados y musicados que ha habido (¿habrá?) horrorosos y magníficos; recordemos The Beatles y su Yellow submarine (1966), Heavy metal (1981) o American Pop (1981). Así, a un lado de estas formas de expresión, seleccionamos un puñado de videoclips especiales o curiosos por lo visual y por lo sonoro.

Como siempre… dale al play!

Ozzy & Lemmy – Hellraiser (30 aniversary)

Lisérgico y genial vídeo con una invasión alienígena que transforma en zombies al personal. Contiene numerosas referencias a la historia visual y musical de Mr. Madman, con Lemmy Kilmister (Motörhead) coprotagonizando esta hipersónica aventura. La canción está compuesta por Lemmy, Ozzy y Zakk Wylde. La primera versión apareció en No more tears (1991) y Motörhead le dio una segunda vida en su March or die (1992). Formó parte de la banda sonora de Hellraiser III (1992).

Metallica – Murder one

Y el propio Lemmy Kilmister es protagonista absoluto de esta canción y de este vídeo, que repasa su historia personal y musical. Griten «aces wild, aces high, all the aces, aces ‘til you die». Formó parte de Hardwire… to self destrution (2016). ¿Cuántas veces hay que salvar el mundo? Por cierto, Metallica usó la animación en varios de los vídeos de ese álbum, como Spit out the bone o Here comes revenge.

Freak Kitchen – Freak of the week

Genial trabajo de Juango Guarnido para la banda sueca Freak Kitchen, donde mezcla imágenes antiguas (en blanco y negro) con una espectacular animación. La canción formo parte de Cooking with pagans (2014) de fantástica portada también a cargo del mismo artista.

Roger Glover – Love is all

Cambio total de registro, en lo musical y en lo visual. En su debut como solista, The butterfly ball and the grasshopper´s feast (1974), un álbum conceptual basado en el poema infantil del mismo título, Roger Glover contó con una colección impresionante de colaboradores; como ejemplo, cantaron David Coverdale, Gelenn Hughes, John Lawton, Eddie Hardin o Ronnie James Dio, quien dio voz al single Love is all merecedor de este vídeo animado.

Bob Marley & The Wailers – Three little birds

Una vuelta de tuerca dentro del blog con un toque reggae. Canción grabada para Exodus (1977), se convirtió en single de éxito, sobre todo en el Reino Unido, a principios de los ochenta. Buen rollo y esperanza: «Three little birds/It’s by my doorstep/Singing sweet songs/Of melodies pure and true». Como curiosidad, es una de las canciones que animan la soledad de Will Smith en Soy leyenda (I am legend, 2007).

Ramones – Spiderman

Más divertida esta versión descarrilada del tema original de la serie de los sesenta sobre el arácnido superhéroe. Apareció en el recopilatorio Saturday morning: Cartoon’s Greatest Hits (1995) y como tema oculto en su último ¡Adios amigos! el mismo año.

Linkin Park – Breakin the habit

Abandonamos el buen rollo anterior para meternos en una de las pesadillas de Linkin Park, esa que presenta el suicidio como una solución al sufrimiento, la desaparición, si queremos darle una interpretación menos dramática, como ruptura con el presente. Excelente vídeo de un tema perteneciente al álbum Meteora (2003).

Iron Maiden – The writing on the wall

No podía faltar una banda icónica por su arte (desde las míticas ilustraciones de Derek Riggs) y el cuidado de sus producciones y vídeos. Para su último largo (Senjutsu, 2021) presentaron este western-metal que ya es parte de esa Historia visual que atesoran. La idea salió de la cabeza de Bruce Dickinson y nos trae a un Eddie salvador de la humanidad frente al mal demoníaco.

Primus – The devil went down to Georgia

No solo de dibujos y garabatos viven los vídeos animados. En esta ocasión, Mick Johnson utiliza la técnica de «stop motion» (dirigió poco después La novia cadáver junto a Tim Burton). De los más divertidos. El Diablo tentando y el coro de gallinas es impagable. La versión original la grabó The Charlie Daniels Band en 1979 y Primus la recogió en vídeo para la edición en cedé de su EP de versiones Rhinoplasty (1998) . De extra, mira el vídeo de Wynona’s big brown beaver.

The White Stripes – Fell in love with a girl

Con la misma técnica, Michel Gondry realizó una mini película con fichas de Lego antes de que este tipo de filmes se hicieran populares. Piezas de plástico de colorines, mucha imaginación y algo que contar. Eso esto todo, amigos. Fue el segundo sencillo del White blood cells (2001).

Tool – Sober

Otra forma de utilizar stop motion, con un ambiente tétrico y oscuro, donde Adam Jones muestra sus dotes escultóricas con la ayuda en la dirección de Fred Stuhr. El agobio del adicto culpable (tema de la canción) se refleja en la ausencia de colores, las formas del protagonista y los escenarios y la propia dinámica de planos y movimientos. Segundo sencillo de su debut, Undertow (1993). Si quieres otro excelente vídeo animado de la banda échale el ojo a Parabola.

Dire Straits – Brothers in arms

De nuevo cambiamos de registro. Sonoro y visual. Dire Straits se hicieron los reyes de la MTV con el vídeo de Money for nothing, donde utilizaron la por entonces incipiente animación digital. Pero nosotros preferimos esta preciosidad dirigida por Francis Kenny donde mezcla dibujos animados a lápiz y carboncillo con imágenes procesadas de la banda, todo en el mismo tono bicolor. La canción dio título al álbum Brothers in arms (1985).

Tequila – Frijolero

Con estilo y temática diferente, pero también mezclando imágenes reales y animaciones digitales, Molotov fabricaron un estupendo vídeo reivindicativo de la situación de los migrantes mexicanos al otro lado de la frontera. Del álbum Dance and dense denso (2003).

Brian Poshen – More metal than you

En estos tiempos de «lyric videos» o cortos repletos de fotografías con transiciones de andar por casa, es de agradecer que Relapse Records haya realizado animaciones (horribles) excelentes para muchos de sus lanzamientos. Este primero que compartimos carece de calificativos. Tendré cuarenta años, pero soy más heavy que tú. Brian es un comediante (eso que llaman los yanquis un stand-up) que se marcó dos curiosas canciones metaleras en Fart and wiener jokes (2010). Esta que compartimos contó con Brendon Small (Dethklok) y Mark Morton (Lamb Of God).

Obituary – Ten thousands ways to die

También de Relapse Records. No es el único vídeo animado de Obituary, pero sí el que más nos gusta. La banda va de concierto y se enfrenta a un auténtico apocalipsis zombie. Violencia gratuita en technicolor. La canción cerraba su décimo largo, Obituary (2017).

Rob Zombi – The Lords of Salem

Antes de la película que dirigió de igual título (The Lords of Salem, 2010), cerró su recomendable Educated horses (2006) con esta canción. Guitarrazos de John 5, por cierto. El vídeo es primo-hermano de otro corte del mismo álbum, American witch.

Si queréis ampliar la lista, por aquí os dejo este enlace. Y como siempre nos gusta dejar unas risas o una fricada máxima, hoy os dejamos las dos cosas en una: Batmetal con Children of Batman.

Don Airey: secundario de lujo.

En el argot ciclista se usa la palabra «gregario» para referirse al miembro de un equipo que, sin distinguirse de los demás, sin ser un referente, sigue siempre las órdenes del director o vive a la sombra del líder. Algunos han pasado a la Historia como «gregarios de lujo»: ciclistas que se ganaron fama bregando por la victoria de otro, por el éxito del equipo, cediendo su fama individual en favor de la colectiva. Y en la música también existe esa figura, la del currante de escenario y estudio que casi nunca da un paso al frente, pero sin cuya colaboración el resultado final no hubiera sido el mismo. Hoy, rendimos homenaje al teclista Don Airey, uno de esos secuaces imprescindibles, uno que acumula, según Discogs y su propia página web, más de trescientos discos a sus espaldas. O en sus dedos, más bien. Él mismo definió su trabajo: «en cualquier sitio, cuando eres el teclista, tienes que saber exactamente qué es lo que aportas, esa es tu contribución y ese es el rol principal de un teclista. Das a los demás el apoyo que les hace sentir seguros y les hace sentir que su música tiene valor».

Don Airey es uno de los músicos más prolíficos y solicitados del mundo hard roquero desde sus primeros pinitos allá por mitad de los setenta hasta su inclusión en el seno dorado de Deep Purple. De hecho, comienza la biografía de su web con esta frase: «Don ha girado con los grandes y con los buenos y ha tenido un asiento preferente en algunos de los eventos más excitantes de la Historia del rock». Quiénes somos nosotros para juzgar lo contrario. Si hasta tiene un blog realizado por sus fans.

Nacido en 1948, precoz estudiante de piano y enamorado del Hammond desde su adolescencia, tuvo su primera experiencia profesional con un personaje imprescindible en su despegue musical, Cozy Powell, quien venía de tocar la batería con el mismísimo Jeff Beck. Como Cozy Powell’s Hammer grabaron un single juntos en 1974 (Na, na, na), pero la historia no dio para mucho más. Powell le llamó cuatro años después para que probara suerte en una banda en la que estaba tocando; el puesto de teclista había quedado libre y el jefe estaba interesado en escucharle. Esa banda se llamaba Rainbow y Don se sentó tras los teclados a finales de 1978. «Tocar en Japón te hacía sentir como The Beatles: Graham Bonnet y yo tuvimos que correr para salvar nuestras vidas en un centro comercial perseguidos por una manada de mujeres». Grabó Down to Earth (1979) y Difficult to cure (1981). La buena relación con Cozy Powell se extendió a los discos en solitario del batería. Colaboró en el debut en formato largo del colega, Over the top (1979), en el siguiente Tilt (1981) o en Octopus (1983).

Sí, estos son Rainbow en 1981

Entre aquel single primigenio y su entrada en Rainbow, nuestro protagonista formó parte de uno de los combos más interesantes de finales de los setenta: Colosseum II. Otros tres álbumes duró su aventura: Strange new flesh, del 76, y Electric savage y War dance, ambos del 77. Más allá de la música, el mayor valor de aquella experiencia fue conocer a Gary Moore, guitarrista del combo. De él dijo: «Compartir el escenario con el Gary de 22 años, en plena efervescencia, fue inolvidable para la audiencia». La amistad, el buen rollo, formó una alianza que se extendió en el tiempo. Con Gary Moore, en el estudio, sonaron juntos, por ejemplo, en Back on the streets (1979), Dirty fingers (1983), Run for cover (1985) o Still got the blues (1990). De este último, dice Don: «para nuestra sorpresa, se convirtió en el álbum de blues más vendido de todos los tiempos». En directo nos dejaron Rockin’ every night – Live in Japan (1983) o Live (grabado en el 81 y editado dos años después). De hecho, la última grabación de Gary fue para el álbum de Don titulado Keyed up (editado en 2014).

Su fama como arreglista y músico de estudio crecía. Por dejar dos muestras. Le encontramos acreditado en tres canciones del álbum 20 años (1980) del grupo Pecos el mismo año que arregló y tocó en el debut en solitario de Michael Schenker al frente de su banda, MSG (The Michael Schenker Group, 1980). Y en la misma época se (re)encontró con Ozzy Osbourne. «Estar en la banda de Ozzy fue una experiencia de la que me siento orgulloso, pero no querría volver a pasar por ello de nuevo». Años turbios, seguro. La introducción mítica de Mr. Crowley le pertenece por entero. Participó en el estudio durante las grabaciones de Blizzard of Ozz (1980) y Bark at the moon (1983) y en la gira del 81/82. Por cierto, a Ozzy metiendo las teclas en el Never say die! (1978) de Black Sabbath.

La segunda mitad de los ochenta le pilló sin un puesto fijo, por lo que alternó su labor en estudio con algunas giras. Puso sus zarpas en los pelotazos multiplatino de David Coverdale (Whitesnake, 1987, y Slip of the tongue, 1989), donde se encargó de los arreglos, por ejemplo, de Is this love. Otra aventura interesante la vivió junto a Bernie Marsden en el álbum The Pack (1985) de la banda Alaska. No puedo evitar nombrar aquí el debut de Zeno (1986), disco más que reivindicable. Entre sus viajes por los escenarios, destacar la gira con Jethro Tull para la presentación de Crest of a knave (1987). Añadamos finalmente a Judas Priest: Don se convirtió, en cierto modo, en el teclista no-oficial de los metaleros británicos colaborando en Painkiller (1990). Escucha A touch of evil, por ejemplo. Las malas lenguas mantienen que el bajo del álbum lo grabó Don con un Minimoog. Debió de hacerlo bien, porque repitió en Demolition (2001), Angel of retribution (2005) y Nostradamus (2008).

A principio de los noventa tuvo que retirarse temporalmente por problemas personales. Su retorno fue progresivo, colaborando, de nuevo, como músico de estudio, yendo de proyecto en proyecto, hasta acabar en «los Purple» a comienzos de siglo. Entre todas aquellas historias, dejemos para la escucha sus colaboraciones con Uli Jon Roth (Trascendental sky guitar, 2000), Ten (Babylon, 2000) o Glen Tipton (Babtizm of fire, 1997). Pero su mayor éxito lo alcanzó con Katrina & The Waves. Comenzó como arreglista y tocando pianos y Hammond en Edge of the land (1993), siguió en Turn around (1995) y alcanzó el momento de gloria en 1997. Don arregló la canción Love shine a light que representó a Gran Bretaña en Eurovisión y la BBC ofreció a nuestro amigo la posibilidad de dirigir la orquesta el día del concurso. La canción ganó aquella edición. Airey, gran fan de Eurovisión, afirmó poco después: «ha sido mi mayor orgullo». Ahí le tenéis.

En 2001 recibió una llamada que cambió, una vez más, su vida: sustituyó temporalmente a Jon Lord tras las teclas de Deep Purple en la gira de aquel verano. Poco después, Lord anunció su retirada definitiva y Don fue nombrado miembro oficial de la banda, en la que permanece hoy en día. «Fue difícil durante dos o tres años. Estuvimos trabajando muy duro y nadie dijo mucho. Pero gradualmente encontré mi sitio en una nueva identidad». Ha grabado seis discos de estudio y ha girado incansablemente por todo el planeta. Woosh (2020) y Now What? (2013) son especialmente jugosos, con la producción de Bob Ezrin. Y si quieres saber a qué suenan estos «Purple» en directo, pincha Live at Montreux (2007) o Live in Rome (2019).

Y, claro, con tanto tiempo libre también ha publicado y girado con su propio nombre en la portada o los carteles. Cinco discos en estudio, desde K2 en 1988 hasta One of a kind en 2018, con el recomendable Keyed up (2014) en medio. Su última publicación ha sido un directo grabado en Alemania titulado Live in Hamburg (2019), donde repasa algunas de las mejores canciones de su larga trayectoria. Muy recomendable.

Para cerrar este homenaje, una reflexión sincera. «La cuestión es que soy un teclista en una banda de rock y tienes que permanecer quieto mientras tocas. Esos guitarristas y esos cantantes tienen personalidades enormes». Esos guitarristas: Richie Blackmore, Steve Morse, Randy Rhoads, Gary Moore, Jake E. Lee o Martin Barre. Esos cantantes: Ian Gillan, Ozzy Osbourne, Joe Lynn Turner, David Coverdale o Graham Bonnet. Algo sabrá de todo esto.

La grungificación del rock y el metal en los 90

Todas las épocas tienen su sonido rompedor, un músico, una banda o un grupo de bandas que hacen temblar lo establecido en la música popular y dan un giro de volante al mercado. En ocasiones de manera definitoria y permanente, como hicieran Cream y un tal Jimi Hendrix a finales de los sesenta o The Sex Pistols y compañía a finales de los setenta. En otras, se convierte en una moda pasajera. A comienzos de los noventa un movimiento musical (o comercial) surgió desde Seattle para copar las listas de ventas de Estados Unidos y el mundo. Un movimiento que se llamó grunge y cuyo nacimiento repasamos en este post. En 1991 coincidieron en los estantes Nevermind (Nirvana), Badmotorfinger (Soundgarden), Ten (Pearl Jam) y Facelift (Alice in Chains). Entre los cuatro juntan más de treinta millones de discos vendidos. Ese mismo año ocurrió otro hecho significativo: Metallica publicó su álbum homónimo, el black album, y se comió el mercado metalero. La transición del thrash casi underground a ser la banda superventas fue un mazazo para el género. A comienzos de 1992 Pantera publicaba Vulgar display of power para poner una nueva forma de hacer metal en los hogares de millones de chavales, lo que se denominó groove metal.

Las bandas de rock y metal que habían reinado a finales de los ochenta comenzaron a tener problemas de mercado. Los fans habían girado sus orejas a estos nuevos rebeldes llenos de ira y poder sónico, mientras que las «viejas» formas se consideraban trasnochadas. Como en tantas otras ocasiones, la «industria» se frotaba las manos; puso su dinero en cualquier banda que sonara a grunge, a groove, a metal «moderno» arrebatándolo de las producciones y la promoción de los sonidos «eighties». El hair metal, el rock arena, el thrash y el heavy de armonías guitarreras estaba muerto.

     

Las estrellas de aquellos años lo pasaron mal. Dee Snider dijo «fue una disociación de todo lo que se hacía en aquella era: la ropa, el pelo, el sonido, la puesta en escena». Hasta una mega estrella curtida como Sammy Hagar afirma que se sentía inseguro y confiesa: «decía a los chicos: pongamos a esas bandas en el maldito cartel; así los fans sabrán lo buenos que somos; pero era miedo a quedarnos solos lo que nos llevó a esa decisión en realidad».

Algunas bandas mantuvieron el tipo, su estilo, con mayor o menor suerte, a veces con cambios drásticos en sus filas, y a ellas les dedicaremos otro post en el futuro. Hoy nos centramos en bandas veteranas y noveles que aún albergaban la esperanza de triunfar y no dudaron en girar sus voces y sus guitarras a los nuevos sonidos. En unas ocasiones contratando a los productores de las nuevas estrellas; en otras incluyendo a nuevos miembros que dieran con esa tecla moderna; a veces, simplemente, imitando de la mejor manera posible. A eso le hemos llamado grungificación. Aquí seleccionamos ocho discos de esos grupos que, con mejor o peor suerte, intentaron capear el temporal que había hundido su barco del tesoro en aquellos primeros noventa. Algunos, incluso, fueron más brillantes.

Como siempre… dale al play.

Mötley Crüe – Mötley Crüe – 1994

El cambio radical de uno de los estandartes del hair metal y la superficialidad de la década anterior. Jon Corabi sustituía a Vince Neil, aportando otra voz y una segunda guitarra, pero, sobre todo, un modo de componer que Nikki Sixx aprovechó para intentar ser la banda más cool del momento. Volvieron a contar con la producción de Bob Rock, el tipo que había llevado a Metallica a lo más alto, para sonar duros, oscuros. El disco no vendió bien, las giras se cancelaron, comenzaron a tocar en locales pequeños y la historia de Corabi acabó abruptamente pocos años después con el regreso de Vince Neil y un engendro titulado Generation swine (1997).

Winger – Pull – 1993

La banda de Kip Winger y Reb Beach había alcanzado la popularidad multiventas con sus dos primeras obras (Winger en 1988, In the heart of the young en 1990). Llenaron sus composiciones de texturas metaleras, dieron más importancia a la percusión y los cambios de ritmo y oscurecieron su propuesta de manera voluntaria, cambiando la orientación de muchas letras hacia asuntos sociales y políticos. El disco, excelente, no consiguió competir en el nuevo mundo y la banda desapareció una larga temporada.

Dangerous Toys – The Rtist 4merly known as Dangerous Toys – 1995

Fueron divertidos hasta el final. Abrazaron las sonoridades grunge y algo de metal al estilo Alice in Chains pero no perdieron la sonrisa. Incluso el libreto imita al de Facelift (1990). La portada y el título ya son una burla hacia Prince, su cambio de nombre y la portada de Lovesexy (1988), falo incluido. Como a otros, acabó siendo su canto del cisne, pero muy recomendable escucha también. Murieron con estilo.

KISS –  Carnival of souls – 1997

Una historia también curiosa la de este álbum. Paul Stanley y Gene Simmons intentaron (una vez más) subirse al carro de moda para mantener el flujo de dinero. Contrataron a Toby Wright, quien había trabajado con Soul Asylum y Alice in Chains, para oscurecer el sonido. Bruce Kulick compone la mayoría de cortes y es la voz solista por primera vez en uno de ellos. El disco, grabado a finales de 1995, se aparcó ante la inminente reunión del line-up clásico de la banda. Pero los bootlegs comenzaron a distribuirse entre los fans y la compañía discográfica decidió editarlo de manera oficial con el título de The carnival of souls: the final sessions en 1997.

Skid Row – Subhuman race – 1995

Otra vez aparece Bob Rock por aquí. La banda decidió endurecerse de manera definitiva metiendo sonidos metaleros, un poco de groove y un toque modernete, con una producción oscura y algo claustrofóbica por momentos. Aunque demostraron adaptarse bien a la época, la compañía Atlantic les dio la patada y Sebastian Bach y Rob Affuso acabaron fuera del grupo. No volvieron a levantar cabeza.

Ozzy Osbourne – Ozzmosis – 1995

Este caso resulta bien curioso. Ozzy se metió en el estudio a principios de 1994 con el productor Michael Wagener y la idea de hacer un disco con Steve Vai. El asunto no funcionó. Vai abandonó el proyecto. Hicieron la preproducción con Wagener, pero la compañía no quería repetir los sonidos «antiguos». Contrataron a Michael Beinhorn, productor de Red Hot Chili Peppers (Mother’s milk, 1989), Soul Asylum (Grave dancers union, 1992) y Soundgarden (Superunknown, 1994), para lograr canciones más «de mercado». Músicos clásicos como Zakk Wylde, Geezer Butler o Rick Wakeman sonando a puro nineties. Les fue bien.

Slayer – Divine intervention – 1995

Las estrellas del thrash también pasaron su crisis. Los magníficos Slayer recurrieron a la mano de Toby Wright (Alice in Chains, Soul Asylum) para co-producir y mezclar este Divine intervention. Además, cambiaron su forma de componer, fueron más cercanos a los temas de su entorno en la forma de escribir las letras. La compañía cambió el estilo de la portada, en un intento de actualizar, también, la imagen. La ausencia de Dave Lombardo en la batería dejó a Paul Bostaph a los mandos del bombo, un todoterreno. La propia banda se quejó posteriormente del sonido final del disco, aunque vendió bien y mantuvo los auditorios llenos.

Anthrax – Sound of white noise – 1993

Ya dedicamos un post a los años con Jon Bush a la voz, que comienza, precisamente, con este álbum. Los neoyorquinos contaron en la producción con Dave Jerden, el tipo tras el éxito de Alice in Chains (Facelift en 1990 y Dirt en 1992) y que había trabajado con Social Distortion y Jane’s Adiction, entre otros. Letras más serias, un sonido más metalero, quizá algo oscuro por momentos, con un gran trabajo rítmico. Lo curioso es que vendió más que en su época dorada.

Canciones rock y metal sobre el suicidio.

Siembra la polémica y muchas veces, incluso, resulta un tema tabú. Quitarse la vida. Por soledad, por una enfermedad incurable, por depresión, por desesperación. El dolor del que se queda, preguntando si pudo hacer algo. El sufrimiento del que está a punto de saltar por una ventana, de dispararse en la sien.

Hemos seleccionado un puñado de canciones sobre el suicidio, sus consecuencias y algunas pequeñas reflexiones de algunos de nuestros músicos favoritos. Por cierto, tema no ajeno a nuestros músicos y a los que dedicamos ya un post que puedes leer en este enlace.

Dale al play…

Metallica – Fade to black

Una de sus mejores canciones incluida en Ride the lightning (1984). Narrada en primera persona por un suicida: «I have lost the will to live/Simply nothing more to give». Sin esperanza, solo, decide que no merece la pena «Death greets me warm/Now I will just say goodbye».

Pearl Jam – Jeremy

Para su debut (Ten, 1991) Eddie Vedder compuso esta letra impresionado por una historia real, la de Jeremy, el niño que se suicidó delante de sus compañeros de instituto. La forma en que Vedder interpreta el tema y canta el estribillo dota de cierto dolor mórbido a la música.

Ramoncín – Putney Bridge

El suicidio del «último punk» desde Putney Bridge: «su cuero negro lleva el nombre de los Clash/se ha tirado sin mirar atrás». Porque si muere el punk y vuelve el pop «es que algo anda mal». Del iniciático e imprescindible Arañando la ciudad (1980).

Uriah Heep – Suicidal man

La reflexión de un hombre asomado a la ventana, pensando qué hacer con su vida, preguntando «Why won’t you help me/Or give me hand/’cause I’m close to becoming». Una canción entre la esperanza de una oportunidad, de alguien que acuda a evitar el suicidio y la pena por haber llegado hasta ahí. Formó parte del álbum de 1974 titulado Wonderworld.

Manic Street Preachers – 3 ways to see despair

Parte del álbum Rewind the film (2013), una canción sobre la desesperación y la falta de oportunidades, la incapacidad para enfrentarse con el dolor: «There are three ways to see despair/I’ve seen them all, I’m scared to say/…/The fourth way is coming, so prepare for the fall». ¿Puedes salvar este alma oscura de las profundidades? Sería tan bello…

Gritando en Silencio – Con dos copas de más

Los sevillanos cantan en su debut Contratiempo (2009) al amigo muerto el día de su funeral: «el corazón, es lo único que se ha roto/y has dejado caras tristes/observando un pie de foto». Las penas se llevan de otra manera con dos copas de más…

The White Buffalo & The Forest Rangers – Come join the murder

Un pájaro negro al otro lado de la ventana llamando a unirse a la muerte. «Come join the murder/Come fly with black/We’ll give you freedom/From the human trap». La liberación en sus alas para eliminar el sufrimiento. Formó parte de la banda sonora de la serie Sons of Anarchy, adornando la escena final del último capítulo.

La Polla Records – El suicida

Con su irónica manera de contar la realidad, Evaristo y los suyos presentan al suicida como espectáculo, un rato de telediario directamente al salón de muestra casa: «en el suelo quedan restos sangre seca y el olvido». Una forma de afrontar la indiferencia en la que vivimos. Incluida en el disco de 1990 Ellos dicen mierda nosotros amén.

Slipknot – Everything ends

«What the hell am I doing?/…/Where the hell am I going?/Do I even need a reason to hide?/I am only betrayed/I am only conditioned to die» clama Corey Taylor desesperado. Parte de Iowa (2001), la solución de la no solución y la perspectiva de la muerte como esperanza para acabar con la soledad.

Ozzy Osbourne – Suicide solution

Un clásico. Ozzy Osbourne denunciado por que un chaval se pegó un tiro en la cabeza, supuestamente, por esta canción. Ozzy, siempre tan atento, lo primero que respondió al enterarse fue:  “¿Cree que quiero que mis fans se suiciden?¿Y cómo coño cree que voy a seguir vendiendo discos?”. La canción en sí, parte de su debut Blizzard of Oz de 1980, habla de beber hasta morir; la «solución suicida» a los problemas es beber sin límite y la canción, irónicamente, trata de prevenir contra ello. Viniendo de Ozzy resulta un tanto hipócrita.

The Answer – Why’d you change your mind

La letra está inspirada en la historia de un amigo del guitarrista Paul Mahon, una reflexión intentando entender qué pasa por la cabeza de una persona que se quita la vida: «Honey can you tell me, why’d you change your mind?/So you walked the other way/I saw you walk the other way/Now you’ll never tell me». Grabada para su segundo álbum Everyday demons (2009).

Bullet for My Valentine – Ten years gone

Siguiendo el hilo del tema anterior, escuchamos el tremendo recuerdo de Matthew Tuck a un amigo que se suicidó diez años atrás: «Ten years ago/I got a call that nearly killed me/Repeat yourself, my hands are shakin». El dolor, la duda, las preguntas, aún entre nosotros a pesar del tiempo pasado. ¿Por qué no pude ayudarte? Del álbum The poison (2005).

Queen – Don’t try suicide

«You need help/Look at yourself, you need help/You need life/So don’t hang yourself». Freddy Mercury suplica a alguien que no intente suicidarse, que no lo haga ni para llamar la atención ni para solucionar sus problemas, que él se encargará de estar ahí. Un canto que escuchamos en The game (1980).

El heavy poppy de los años ochenta.

Aquellos años en los que las bandas de cualquier tipo comenzaron a parecerse sospechosamente: una fotografía llena de cardados, unas cuantas baladas («los heavies, las mejores baladas»), un montón de tipos medio vestidos, o medio desnudos, con una mezcla de cuero y encajes, el sonido a caja y lata en las baterías, las guitarras por debajo de los platillos, los coros infinitos y edulcorados, el reverb a tope y muchos teclados y sintetizadores. Esa es la imagen que los no aficionados al género se han quedado de los años ochenta, injustamente quizá.

Esta imposición del mercado, sobre todo yanqui, afectó a bandas de todo origen, creándose una cantidad de discos curiosos a cargo de músicos más o menos consagrados y más o menos originarios del heavy metal. Algunos aceptaron los sintetizadores y dieron protagonismo a los teclados. Otros directamente se gastaron un pastón en peluquería, cambiaron de productor, de país, de gustos sexuales y hasta de barra de labios. Otros aceptaron compositores externos que edulcoraran sus letras y sus escalas. Otros iban tan drogados que les daba igual. Algunos lo hicieron una vez y se arrepintieron. Otros se cebaron en el drama. Y los hay que aprovecharon la ausencia del líder para pastar en otros estilos.

Es difícil determinar cuándo comenzó este cruce de sonidos. La influencia del éxito del AOR, la explosión disco y la irrupción de la new wave puso de moda los sonidos sintetizados a finales de los setenta y comienzo de los ochenta. El auge del videoclip dio cada vez más importancia a la imagen. Las mejoras técnicas, con mesas de grabación más complejas y el acceso a secuenciadores y efectos cada vez más diversos, tuvieron mucho que ver también, así como el hecho de que grupos con trayectoria hard rock como Rainbow o Rush se atrevieran a experimentar con éxito sintetizadores, teclados y coros comerciales animó a las compañías a invertir en sus viejas nuevas glorias.

Sin embargo, lejos de despreciar esta colección de discos, venimos a defenderlos. Algunos están entre nuestros favoritos. Y son mejores que otros muy aclamados, más heavies, más aguerridos, más virtuosos. Azúcar metalero, heavy poppy. Allá vamos con nuestra pequeña selección de discos de bandas hard&heavy (más o menos) metidos en el sintetizador, la sobreproducción o, directamente, en el bote de laca.

Rush – Moving pictures – 1981

Quizá uno de los primeros en lograr un éxito viniendo del hard rock en este nuevo mundo del sinth-metal. Los canadienses, que ya habían comenzado la década simplificando su propuesta en Permanent waves, ahondaron más aún en este casi perfecto álbum. Los teclados, la percusión y ese sonido característico destacan en Tom Sawyer, The camera eye o Limelight, por ejemplo. El éxito de ventas (más de cuatro millones de copias en Estados Unidos) animó a la banda a continuar experimentando esta senda y a las majors del negocio a intentar emularles.

Z Z Top – Eliminator – 1983

A estos se les fue la mano con los sintetizadores, las piernas largas y la sobreproducción de estudio. Claro, que consiguieron vender más de diez millones de copias y, así, cualquiera no repite. Y dos años después se plagiaron, con menos fortuna y menos calidad, en Afterburner. Cinco singles, con Gimme all your lovin quedando como himno de época, o ese vídeo sonrojante para promocionar Legs. Los barbudos dieron lo mejor de sí, a pesar de ellos, y salieron victoriosos. Cuidado con I need you tonight, synthblues eighties.

Saxon – Destiny – 1988

Lo de Saxon comenzó, principalmente, con el cambio de compañía discográfica. Ya desde Innocent is no excuse (1985) dieron muestras de «debilidad» aunque mantuvieron la tensión (un poco) en Rock the nation (1986). Y se lanzaron al vacío. Destiny está lleno de azúcar, desde la versión de Christopher Cross (Ride like the wind), el protagonismo de los teclados en Song for Emma y Calm before the storm o la melodísima I can’t wait anymore. Adiós motos británicas, hola descapotables de California.

Dio – Sacred heart – 1985

Quizá de los mejores de esta selección, Dio pasó de esconder a su teclista a un lado del escenario a darle protagonismo, de roncar himnos míticos a melodear historias para todos los públicos. Consiguió cierto equilibrio con sus obras anteriores en truenos enmascarados con el sonido moderno: Rock’n’roll children o Hungry for heaven, incluso la misma Sacred heart; pero la fórmula no da más de sí en Shoot shoot o Like a beat of a heart. Una pena que el último álbum con Vivian Campbell no le dejara brillar como en anteriores entregas.

Judas Priest – Turbo – 1986

Después del éxito de Defenders of the faith (1984) se enmarcaron en el megaproyecto: un álbum doble con teclados, baterías sintéticas y guitarras sonando juntas sobre historias de amor, sexo y corazones solitarios. La compañía les cortó las alas y editó uno de sus discos más vendidos y aclamados, a pesar del cambio de look, no solo musical, si no también estético. La portada, las fotos de promoción. La dimensión del cambio se aprecia desde la inicial Turbo lover, la comercial Private property, con su riff y su coro de estadio, el hard rock previsible de Rock you all around the world o la cama de teclados de Out in the cold. Quedan momentos de antaño como la rabia de Reckless.

Iron Maiden – Somewhere in time – 1986

La fiebre alcanzó a una banda llena-estadios como Iron Maiden en mitad de los ochenta. El líder supremo, Steve Harris, entendió que necesitaban otro estilo, otro aire, y arrimó los sintetizadores y los trucos sonoros de estudio a sus huestes. El resultado, algo desigual, nos regaló momentos casi bíblicos, como Heaven can wait, Sea of madness o Wasted years, junto a otros algo más duros. La banda, a pesar del cambio, supo mantener la esencia, el estilo, además de adornarse con una imagen futurista que justificaba, en cierto modo, el cambio (ese Eddie cyborg). Los sintetizadores acabaron quedándose en el siguiente Seventh son of a seventh son (1988).

Van Halen – 5150 –  1986

Ya hablamos de este álbum por aquí. Eddie llevaba unos años dirigiendo su propuesta musical hacia sonidos más «comerciales», con grupos como Foreigner o Journey en su ideario. Los teclados y las melodías cobraban cada vez más protagonismo y el éxito de Jump con sus teclados míticos le acabó de convencer. La fuga de David Lee Roth fue la consecuencia o la razón para acabar produciendo un álbum como 5150. Baladas poderosas (Why can’t this be love, Love walks in), mucho teclado y armonía amable (Dreams) y alguna licencia roquera (Best of both worlds). El tercer álbum más vendido de Van Halen (casi ocho milloncejos despachados).

Y&T – Down for the count – 1985

Después de intentarlo con diferentes productores de éxito en el metal y el hard rock, como Chris Tsangarides (Mean streak) y Tom Allom (In rock we trust), los de Meniketti se dejaron invadir por la producción fácil, los sintetizadores, las letras tontas y los coros overdubs. Esta vez tampoco tuvieron suerte. Incluso tiraron de versiones, todos quería ser Quiet Riot: All american boy y You’re mama don’t dance como gancho de un disco que apenas alcanzó a vender lo que sus hermanos anteriores. El productor elegido, Kevin Beamish, hizo multiplatino a REO Speedwagon y fue un habitual de este sonido (Saxon, MSG, Keel). Curiosamente la balada Hands of time resulta excelente en el ideario de Y&T, como la inicial In the name of rock o (salvemos la letra) Don’t tell me what to wear. Lo dicen ellos mismos: Anything for money.

Blue Öyster Cult – The revölution by night – 1983

Otro dinosaurio que logró su éxito a mitad de los años setenta acabó cayendo del lado del poppy sintetizado. Sin perder su buen hacer compositivo, los chicos de la Östra Azul ficharon a la por entonces joven promesa Bruce Fairbairn para hacerse cargo de la producción, buscando, conscientemente, ampliar sus registros, digamos, radiables. No faltan grandes temas con buenos riffs, como Take me away, Veins o Feel the thunder, pero la mayoría de las canciones dan protagonismo a los arreglos de sintetizador y suenan baterías electrónicas. El álbum funciona en su conjunto y suena muy bien (si te gusta el estilo) en Eyes on fire, Dragon Lady o Shadow of California.

Uriah Heep – Head first – 1983

Tras más de diez años de dar guerra por los escenarios y las orejas de medio mundo, a comienzos de los años 80 Uriah Heep se encontraban en una encrucijada. Sin cantante, el teclista y compositor principal Ken Hensley se largaba junto al carismático bajista Trevor Bolder. Reclutaron al cantante Peter Goalby, al teclista John Sinclair y al bajista Bob Daisley. Con la producción de Ashley Howe, la banda se monta una colección de canciones donde se mezcla el AOR de radiofórmula predominante en la época (Journey, Foreigner) con buenos riffs metaleros y estribillos polifónicos. A destacar: The other side of midnight, Love is blind, Red lights y Weekend warriors. Curiosa la versión del joven Bryan Adams Lonely nights.

Sirva esta pequeña selección de muestra. Hay más. Se extendió a lo largo de toda la década. Podríamos nombrar a Accept (Eat the heat) aunque fuera solo por esa portada hiperlaqueada, a Blackfoot y su Vertical smile, Alice Cooper con su retorno mainstream de la mano de Desmond Child en Thrash, o la conversión de KISS desde el heavy de Lick it up hasta el azúcar de Crazy nights. Al final, fueron las bandas jóvenes, nacidas al calor del heavy de principios de década mezclado con los sonidos más sintetizados y las letras hedonistas, las que se hicieron la segunda mitad de década con la MTV y el mercado: Mötley Crüe, Ratt, Bon Jovi, Poison, Cinderella, Warrant y tantos otros.

Una gozada. Un infierno. Tú decides.

Ozzy Osbourne – No more tears – 1991

Sexto album de Ozzy Osbourne, segundo con Zakk Wylde, publicado en septiembre de 1991, tras casi dos años de grabaciones y problemas del loco, resultó, para mí, su última obra maestra y uno de sus dos mejores álbumes (ya le ponéis al lado el que os apetezca). Surtió a las radios de cinco singles y en menos de un mes despachó un millón de copias, alcanzando los cuatro millones en Yanquiland allá por el año 2000. Solamente Blizzard of Ozz ha vendido más.

La construcción de No more tears fue algo compleja. Junto a Ozzy en las labores vocales estaba su joven guitarrista Zakk Wylde, el batería Randy Castillo y el bajista Bob Daisley, quien fue despedido, entrando Michael Inez en su lugar a tiempo para aparecer en los vídeos, las fotos promocionales y hacer la gira. Por si no lo sabéis, la relación de amor-odio de Bob Daisley con Ozzy y señora da para una miniserie que ya comentamos por aquí. Después de echarle, al poco  de entrar al estudio volvieron a (re)contratarle para ayudar a terminar las canciones, meter letras, arreglos; después le llevaron al estudio a grabar los bajos; cuando faltaban unas semanas para finalizar, fue despedido de nuevo. Michael Inez, que ya andaba por allí, entró en su lugar. Lo bueno o lo malo es que ya le había pasado en otras ocasiones. Curioso trío. Junto a ellos metió teclados John Sinclair.

La composición de todos los temas recayó en Ozzy, Wylde y Castillo, con la colaboración de Lemmy Kilmister en cuatro cortes (seis hicieron en total, dos se quedaron fuera). El propio Inez junto al productor John Purcell colaboraron en el tema título.

Así todo, la labor de Duane Baron y Joh Purdell como productores resulta impecable, logrando un sonido grueso pero dejando protagonismo al trabajo melódico de voces y guitarras. Se nota la evolución como guitarrista de Zakk Wylde, con esos maravillosos riffs y los depurados solos, y en eso también tiene que ver el sonido final y las mezclas de Michael Wagener.

La cara A me parece perfecta, con Mr Tinkertrain abriendo y esas cuatro maravillas de seguido: I don’t want to change the worldMama, I’m coming home (dedicada a su mujer), Desire y No more tears (en estas tres ayuda en la composición Lemmy).  La cara B contiene otros tres trayazos, Road to nowhere, Hellraiser y Time after time, junto a las correctas S.I.N., Zombie stomp y A.V.H., quizá un poco más flojas, relleno del bueno en cualquier caso.

La inicial Mr. Tinkertrain es un buen ejemplo del sonido general de la obra, ideal como inicio. El riff de Zakk marca el tema que juguetea con las armonías y el tempo de Castillo, sencillo estribillo y feroz solo para la historia de un abusador, un depredador sexual. En esta misma línea sonora crece I don’t want to change the world, con un mejor fraseo de Ozzy. Curiosamente, se llevó un Grammy. Una de las perlas del disco en forma de balada aparece ahora. Mama, I’m coming home, con un toque southern en la guitarra acústica, una línea melódica muy sencilla pero efectiva y la letra de amor a cargo de Lemmy, impagable. Alcanzó el número 2 en las listas de ventas.

El disco contiene otras dos piezas lentas. Road to nowhere me parece excelente, quizá la mejor de las tres, con un ancla en los tiempos de Randy Rhoads y otra en el enorme talento de Wylde, que se vuelve hermosamente melódico. El Madman también interpreta con ímpetu redondeando el corte. La tercera balada en discordia se titula Time after time, algo más previsible, pero con un delicado arpegio inicial, las voces dobladas en el estribillo y una estructura simple que la hacen encantadora; el solo de Zakk, imperdible.

En la parte más aguerrida nos queda por escuchar mucha tralla. Sin salirse del patrón que engloba el disco, Desire se acerca al trabajo de No rest for the wicked, un corte muy Wylde donde Ozzy canta con desgarro. Con la misma energía, S.I.N. se deshace en la melodía de puente-estribillo mientras que Hellraiser loa a la vida del rock and roll más canalla, da todo el protagonismo al narrador, con una letra «autobiográfica» (la escribe de nuevo Lemmy). Por cierto, impresionante la versión de los propios Motörhead. El tema título, con un gran vídeo, No more tears, el más largo, juguetea con los teclados, el ritmo de bajo y la guitarra, los cambios, los silencios y el up-tempo, con una parte instrumental en el centro de lo mejorcito del combo. Cerramos con los, quizá, temas más flojos. Zombie stomp da un largo protagonismo a los instrumentos, con un patrón que va repitiéndose los primeros minutos, pero luego flojea en la parte vocal y melódica, demasiado previsible. A.V.H. nace con un aire southern de nuevo pero luego ofrece poco más, al menos en comparación con el resto de canciones.

La portada y el artwork general lo realizaron Nancy Donald y David Coleman con fotografías de Matt Hahurin. No es su mejor portada, desde luego, pero resulta curioso identificar a Ozzy con esas alas.
En resumen, un disco imprescindible de Osbourne, de Wylde y, en general, del rock y el metal de finales de los ochenta y principios de los noventa. Un pequeño tesoro a recuperar.

Sexo en el rock (14): porno y cintas de música

Sexo en el rock: la pornografía en la música rock.

No podía faltar un poco de pornografía en una sección musical dedicada al sexo explícito. Y vaya por delante que no hacemos un alegato de ello, cada cual, como siempre, que haga lo que quiera con su tiempo y con su cuerpo. Pero nuestros artistas se han decantado más de una vez por el género épico del sexo a raudales. La verdad, no imagináis cuántas canciones hay dedicadas al tema de manera directa o indirecta. Aquí seleccionamos unas cuantas de lo más variadito. Pero hay más… ¿Cuál nos falta?

Dale al play…

Van Halen – Dirty movies

Una verdadera canción rock porno y la inspiradora de esta compilación. La guitarra de Eddie Van Halen y la voz de David Lee Roth contando las aventuras de una actriz porno. De su álbum de 1981 Fair warning.

Eldorado – Porno Star

Con una estupenda producción de Richard Chycki la banda Eldorado se marcó un impresionante trabajo en 2009 donde incluían esta fantástica canción «te mueves en reclamo animal/te elevas dentro de un nuevo disfraz/anestesiado caigo en tu red/no puedo parar no puedo apagar mi sed».

U2 – Babyface

Las canciones quedan (casi) siempre abiertas a la interpretación y para mí es clara la lectura de este tema de U2: «Vuelvo a casa por las noches para encenderte (…) tengo el slow motion de mi parte». Una sesión de porno en toda regla. El segundo corte de Zooropa.

System of a down – Violent pornography

De su impresionante Mesmerize de 2005: «It’s a violent pornography!/Choking chicks and sodomy!/The kinda shit you get on your TV!». La imitación salvaje del sexo moderno tal y como lo aprendes en la televisión.

La Polla Records – Porno en acción

Eran unos primates en esto de la música cuando grabaron para Oihuka este corte de poco más de un minuto allá por 1984. «La estrella del porno/bella mujer a su disposición/en números excitantes». Un clásico de por aquí.

NOFX – Vanilla Sex

En su disco S&M airlines proponen un alegato a favor de la pornografía: «no me quitéis la pornografía (…) tengo el derecho a decidir qué ver y leer». Yo con mi tiempo y mi sexo hago lo que quiero (solo, solito, solo).

Buda – Porno

Los argentinos Buda grabaron en 2004 un álbum muy explícito de título Porno dedicado por entero a los hábitos sexuales de sus protagonistas. Una delicatessen para paladares… intrépidos.

The Cure – Pornography

Directa y sin tapujos la letra de Robert Smith para su álbum de 1982 del mismo título, un disco de letras impactantes sobre la soledad, la inmoralidad y la violencia fácil. «In books And films/And in life And in heaven/The sound of slaughter/As your body turns».

Lujuria – Estrella del porno

No podían faltar Lujuria. En su debut nos regalan esta canción sobre la vocación de un niño que quiere ser estrella del porno en su vida adulta. Quizá sea la solución a la crisis económica… o sexual. De su debut allá por 1995.

Ozzy Osbourne – No bone movies

Aunque abierta a interpretaciones, si entiendes la letra literalmente Mr. Osbourne se hace una homenaje a las películas de carne y sudor con las que «el demonio que vive en mi cabeza» gusta disfrutar: «can’t kick the habit, obsession of smut/Voyeur straining, in love with his hand/A poison passion, a pulsating gland».

Los estudios Ridge Farm

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Los Ridge Farm Studios

En una zona perdida de la campiña inglesa, allá por Rusper, a un habilidoso hombre de negocios llamado Frank Andrews se le ocurrió alquilar una vieja villa del siglo XVII a amigos del negocio musical. La idea inicial para hacer dinero era atraer a grupos que necesitaran espacio y tiempo para componer o ensayar. Se habilitó un ala del palacete para poder acoger a un grupo de rock. Algunas bandas comenzaron a llevar unidades móviles para recoger su trabajo, que muchas veces fue editado tal cual.

El abispado Andrews se puso de acuerdo con un ingeniero de sonido, Keith Slaughter, para insonorizar un salón grande y equiparlo con lo mejorcito en sistemas de grabación. Así, a partir de 1978 nacieron los Ridge Farm Studios y perduraron, con diferentes actualizaciones, hasta el año 2002. Hoy en día puedes celebrar una boda o un evento de empresa, pero siguen conservando parte de las instalaciones de audio: además de disfrutar con una visita temática puedes escuchar la música que allí se grabó en uno de los equipos originales.

Muchos grupos han dejado su buen hacer entre estas paredes, atraídos por el silencio y la vida de lujo (incluida en el precio). Quizá el que más fama le dio fue Ozzy Osbourne, quien grabó sus tres primeros largos a las órdenes de Max Norman. Los increíbles Blizzard of Ozz, Diary of a Madman y Bark at the moon.

Ozzy Osbourne – Diary of a Madman

Muchos otros locos de nuestro rollo se lanzaron a usar este paraíso: David Coverdale con sus Whitesnake grabó Ready’n’Willing, Michael Schenker su Built to destroy, Y&T el fenomenal Black Tiger… Y una lista tan larga que no nos cabe en esta entrada (pero puedes consultarla en este enlace).

Yo, como recuerdo, dejo algunos temas que me encantan y que disfruto gracias al señor Andrews y su amor a la música… y al dinero.

Michael Schenker Group – Captain Nemo

Whitesnake – Fool for your lovin’

Pearl Jam – Alive

Y&T – Forever

Lo mejor de Bob Daisley

Bob Daisley

Lo mejor de Bob Daisley

Ocurre que hoy me he encontrado escuchando el bajo de Bob Daisley en dos discos diferentes, uno acompañando de Richie Blackmore y otro acompañando a Zakk Wylde. Y revisando en mi discoteca he recordado que este australiano ha compartido estudio y escenario con algunos de mis (y tus) guitarristas favoritos: Gary Moore, Malmsteen, Tony Iommi y Randy Rhoads. Casi nada las malas compañías. Si le añades a los cantantes y demás músicos, incluyamos a Ozzy Osbourne, Cozy PowellRonnie James Dio, Jon Lord y, en fin, vamos a repasar un poco los mejores temas de Bob Daisley, bajista, compositor y letrista.

Su carrera musical  comenzó en los primeros setenta, pasando por varios grupos (Chicken Shack, Mungo Jerry) hasta enrolarse en Widowmaker, junto a Lutter Grosvenor (Mott the Hopple). Editaron dos largos entre el 75 y el 77. Aunque no tuvieron mucho éxito, conoció a Don Arden, de la compañía que les editó, Jet Record. Arden le presentó a Black Sabbath y a quien sería su jefe más adelante, Ozzy Osbourne.

Widowmaker – Straight facer fighter

Disgregado el grupo, Bob se enroló en los Rainbow de Richie Blackmore para girar durante el verano del 77 junto a Ronnie James Dio y Cozy Powel. Aquel mes de diciembre viajaron a Francia para terminar el monumental Long live rock’n’roll (1978). Tras la gira posterior, Blackmore le suplió por Roger Glover y, de nuevo, se quedó sin trabajo.

Rainbow – Gates of Babylon

Por casualidad se encontró durante el verano de 1979 con Ozzy «a la deriva» Osborne, quien le ofreció formar parte de su proyecto  junto a Randy Rhoads. Al invento lo llamaron Blizzard of Ozz y se pusieron a componer las canciones de un primer disco. Junto al batería Lee Kerslake grabaron lo que, al final, se convirtió en el primero de Ozzy Osbourne en solitario (eso sí, con el título Blizzard of Ozz). Compuso varias canciones y la mayoría de las letras para este y el siguiente Diary of a Madman… pero Ozzy se cansó de él y le echó antes de que fuera publicado. 

Ozzy Osbourne – Crazy train

La historia con Ozzy y señora tiene tela. Ha colaborado en la mayoría de los discos del Madman como compositor y/o músico pero muchas veces no le acreditaban, otras le despedían y le volvían a contratar, a veces todo salía bien… Toca el bajo y compone en Bark at the moon (83), comenzó a componer para The ultimate sin (86) pero le despidieron antes de grabarlo, volvió a la banda para el No rest for the wicked (88) pero le despidieron de nuevo y no hizo la gira, y, siguiendo con el culebrón, fue contratado para grabar No more tears (1991) cuando ya tenía a Mike Inez para el puesto. Y, por supuesto, volvieron a despedirle.

Concluyendo el asunto: en las memorias de Bob te enteras del asunto. En cualquier caso, nos dejó su arte en un buen puñado de discos imprescindibles.

¿A qué se dedicó entre tanto entra y sale nuestro buen amigo? Primero se enroló en Uriah Heep para grabar dos discos: Abominog (82) y Head first (83). Después fue parte importante de la carrera de Gary Moore al participar en todos sus discos desde 1984 a 1992, esto es, desde Victims of the future hasta Afterhours, pasando por los enormes Run for cover (85), Wild frontier (87) y Still got the blues (90).

Uriah Heep – Rollin’ the rock

Gary Moore – Over the hills and far away

Y nos queda aún varias colaboraciones grandes. Bob tuvo tiempo en 1987 para acompañar a Tony Iommi  y Black Sabbath en su The Eternal idol, uno de los mejores del genial guitarrista en los ochenta. Junto a ambos, Eric Singer a la batería, Geoff Nichols a los teclados y Tony Martin a la voz. Y al año siguiente contribuyó al Odissey de Yngwie Malmsteen.

Black Sabbath – The shining

Menudo currículum tiene el amigo Bob. ¿Cuántos discos suyos tienes en tu discografía?

Nativity in Black: a tribute to Black Sabbath – 1994

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Nativity in Black: a tribute to Black Sabbath (1994)

La mayoría de las veces una recopilación no pasa de ser un artefacto para sacar el dinero a los fans o a quienes jamás se han acercado a una banda, pero, en ciertas ocasiones, como esta, adquiere una entidad propia, un valor especial como álbum independiente más allá de la mera mezcla de éxitos.

Porque Nativity in Black nació de la pasión de Bob Chiappardi por Black Sabbath y en una época en la que el grupo no pasaba por su mejor momento. Bob dedicó dos años de su vida a juntar todos los temas, a perseguir a sus protagonistas, a meterles en un estudio o a «robarles» los derechos de las versiones. Los que participan también se dedican con pasión: confesos seguidores de los cuatro monstruos británicos, adolescentes escuchando en diferentes habitaciones del planeta en distintas épocas las mismas canciones: Iommi, Butler, War y Osborne retumbando el vecindario.

Megadeth – Paranoid

Así, en lo musical, nos encontramos trece cortes de dispar estilo. Por un lado, bandas conformadas en la época que aporta sus particulares estilos: Megadeth (Paranoid), Sepultura (Sympton of the universe), Corrosion  of Conformity (Lord of this world), Faith No More (War pigs) o White Zombie (Children of the grave).

Sepultura – Sympton of the universe

Pero, por otro lado, escuchamos grupos que se juntaron para la ocasión o que estaban en desarrollo, mezcla de estilos curiosa. Así están Bullring Brummies (haciendo The Wizard), nombre que esconde, ni más ni menos, que a Geezer Butler al bajo, Bill Ward a la batería y Rob Halford a la voz, casi nada. También Ozzy pone su guinda junto con Therapy? (haciendo Iron Man). Y Bruce Dickinson se junta con Godspeed para una interesante revisiónde Sabbath bloody Sabbath.

Bullring Brummies – The Wizard

En el resto encontramos grupos que vivían sus mejores años, como Cathedral (Solitude), Type O Negative (Black Sabbath) o Biohazard (After Forever).

El artwork también es una pasada. Diseñado por Joel Zimmerman (Pearl Jam, Aerosmith) con dibujos de Michael Kaluta, cada canción se asocia a una imagen y se acompaña de un pequeño texto a cargo de alguno de los protagonistas de la cover. Una pasada.

White Zombie – Children of the grave