La mayoría de las veces dicen volver por amor: se echan de menos o que tenían ganas de trabajar juntos de nuevo o que ahora ha surgido la chispa adecuada. O que me muero de aburrimiento y, mira tú, vuelvo a cas a que mejor que me pelen a que me ignoren. Pero, en verdad, el dinero ronda por todas estas reuniones más o menos genuinas, más o menos insinceras. ¿A nosotros, aficionados, oyentes, acaso nos importan las razones? Que nos saquen el dinero haciendo buenos discos y ruidosos conciertos. Si luego se aman o se odian, para ellos queda. Aunque en ocasiones segundas (y hasta terceras) partes no solo no son buenas, casi indeseables. Claro, que alguna excepción siempre encontramos.
He aquí una selección de esas vueltas y revueltas en el universo sonoro del rock y el metal. Tú dirás qué te parecen.
1. El retorno clásico
La banda se cerró. No hubo más discos, ni más conciertos. Pero un buen día se encuentra. En una boda, en una barbacoa. Y deciden aceptar un encargo, tal vez para un evento concreto. Y esa coincidencia les anima. Igual murió la razón del odio. Retornos clásicos hay donde elegir. Algunos se curran uno o varios discos juntos; sirvan de ejemplo los de Deep Purple (el Mark II de 1984) o Europe (2003). Otros hacen caja con una gira y «adiós muy buenas», como Héroes del Silencio (2007). Algunas bandas continúan su periplo desde entonces. Quizá el miembro díscolo fue expulsado definitivamente. Y no nos gusta señalar a nadie.
2. El retorno temporal
Esta variedad de retorno se da cuando una banda más o menos conocida mantiene su actividad de conciertos y álbumes perdiendo eso que llamamos «miembros originales». Pasados unos años, y cuando la situación lo permite, el line-up considerado original se reúne y nos deleita con una gira o alguna grabación. Tras el arrebato inicial o el llenado de caja esos miembros reciben de nuevo la patada y la banda continúa contratando en su lugar a otros músicos. Ejemplos de este retorno, el de Barón Rojo (2011) y el de Kiss (1996). Barón Rojo reunió la formación de sus primeros álbumes para una gira y una película documental durante varios meses; después Sherpa (bajista) y Hermes Calabria (batería) no fueron invitados a continuar en el grupo y los hermanos de Castro (Armando y Carlos) llamaron a otros músicos. En el caso de Kiss, tras varias giras y un álbum de estudio, los miembros originales Ace Frehley (guitarra) y Peter Criss (batería) fueron expulsados y sustituidos por otros músicos (y hasta hoy).
3. El retorno del hijo pródigo
Por alguna razón uno de los miembros principales del grupo se larga o es expulsado. Pasados unos años, tras el fracaso de ambos por separado, se produce el regreso. A veces vuelven a romper, otras continúan con más o menos amor y éxito (inseparables). Yo propongo como ejemplos el retorno de Rob Halford a Judas Priest (2003), el de Joey Belladona a Anthrax (dos veces, que ya tiene mérito, en 2005 y 2010) o el doble regreso de Bruce Dickinson y Adrian Smith a Iron Maiden (1999).
4. El retorno con muerto
Uno de los retornos más difíciles: uno de los miembros está muerto. ¿Qué hacemos? Hay dos variedades: sustituimos al muerto por otro músico o usamos un fantasma. Grupos que han regresado sustituyendo al desparecido hay varios, entre otros Led Zeppelin (en un par de ocasiones, la última en 2007 con Jason Bonham en la batería), aunque hay que reconocerles su cuidado con la memoria del Bonham original, o Alice in Chains (William Du Vall ocupó el puesto de Layne Staley en 2005 y hasta hoy). El retorno con fantasma más famoso lo protagonizaron The Beatles con su ficticia reunión de 1995: Paul McCartney (bajista), Ringo Starr (batería) y George Harrison (guitarra) grabaron una «nueva» canción con John Lennon (cantante para la ocasión y asesinado quince años antes) utilizando una maqueta de este último. Y no olvidemos a los Thin Lizzy sin Phil Lynott, tela.
5. El retorno sin nombre
Una formación se reúne tras varios años pero ¡oh, sorpresa! no pueden usar su antiguo nombre. El ejemplo arquetípico lo ofrecen Heaven&Hell: los miembros de Black Sabbath entre 1980 y 1982 no pudieron utilizar el nombre de la banda en su reunión de 2006, por lo que utilizaron el de su álbum más famoso. Los miembros de Yes son expertos en esto.
Más allá de su existencia musical al lado de Ritchie Blackmore, bien en Deep Purple, bien en Rainbow, Roger Glover desarrolló una labor como productor a lo largo de docenas de álbumes y singles. Ganó fama a los mandos tras «abandonar» en el verano de 1973 Deep Purple; entre ese momento y hasta su regreso al lado de Blackmore en la primavera de 1979, para producir y tocar en Down to earth, se encargó de una fantástica colección de canciones que hoy vamos a repasar.
Antes aún, mientras era uno de los tipos que tocaban en una de las bandas más grandes del Universo roquero, se encargó del debut de Rupert Hine, Pick up the bone (1971), y su continuación, Unfinished picture (1973) para el sello discográfico creado por los mánager de Deep Purple y que, con poca originalidad, llamaron Purple Records. En 1972 produjo el debut de Elf, banda en la que cantaba Ronald Padavona, quien poco después se haría famoso con el nombre artísitico Ronnie James Dio. Glover colaboró también en los dos siguientes (Carolina County Ball, 1974, y Trying to burn the sun, 1975). Poco después Dio se enroló en los Rainbow de Ritchie Blackmore, comenzando su ascenso a los cielos.
En el verano de 1973 Roger Glover fue «despedido» de su banda amada: junto a Ian Gillan, cantante, recibió una patada de su adorado Blackmore. En el último concierto de aquella gira el guitarrista le dijo: «no es nada personal, tan solo son negocios». Este «nada personal» despido no impidió que, años después, los dos retomaran su relación profesional. Aquellos (casi) seis años de travesía los aprovechó Roger para hacerse con los mandos de numerosos proyectos, propios y ajenos.
Uno de sus grandes clientes fueron los escoceses Nazareth. Tras dos álbumes con poco éxito y muchas ganas de ser famosos, recurrieron a nuestro protagonista en las postrimerías de 1972 para grabar Razamanaz (1973), donde comenzaron a formar su sonido característico con temas determinantes como Woke up this morning, la propia Razamanaz o Broken down angel. Repitieron fórmula en Loud’n’proud (1973) y Rampant (1974).
Curiosamente, otro de sus clientes importantes fue David Coverdale, quien entrara en Deep Purple según salió Roger. Tras la muerte del guitarrista Tommy Bolin, el grupo desapareció y Coverdale recurrió a Glover para arrancar su carrera en solitario. Produjo el debut White Snake (1977) y su continuación Northwinds (1978); él mismo toca los teclados y la mandolina y recurrió a Dio para los coros. Micky Moody tocaba las guitarras con un feeling bestial, gracias, mucho, a la magia técnica de Roger, quien, oh, sorpresa, se encargó su disco con Bob Young (The Young & Moody Band, 1977). Como la «vida púrpura» es pequeña, dos excompañeros, el teclista Jon Lord y el batería Ian Paice, acabaron formando con David la banda Whitesnake, haciendo, de nuevo, historia.
Entre el 76 y el 77 alcanzó un pico de popularidad. Tuvo ocasión de colaborar con su colega expulsado Ian Gillan en el álbum de este titulado Child in time (1976) bajo el paraguas The Ian Gillan Band. En septiembre de ese mismo año se metió al estudio con otra bestia de las seis cuerdas, Rory Gallagher, para registrar Calling card (1977). Quizá Rory quiso retomar el pulso roquero con la adición de Roger o, simplemente, lograr un sonido final distinto, pero lo cierto es que el álbum está entre los mejores de su carrera. También grabó en los Rampton Studios con unos aún desconocidos Judas Priest, resultando una de sus primeras gemas, Sin after sin (1977), con canciones como Sinner o Diamonds and rust.
Tuvo tiempo de grabar un single con Status Quo (Wild side of life, 76) y meter mano a numerosos artistas, más o menos desconocidos: Strapps, Eddie Hardin, Grand Theft, entre otros. Grabó dos discos en solitario. El primero, The butterfly ball and the grasshopper´s feast (1974), un álbum conceptual basado en el poema infantil del mismo título, contó con una colección impresionante de colaboradores; como ejemplo, cantaron David Coverdale, Gelenn Hughes, John Lawton, Eddie Hardin o Ronnie James Dio, quien dio voz al single Love is all. Para su segundo largo también intentó otro salto mortal, incluyendo a la orquesta filarmónica de Munich: canciones dedicadas a los cuatro elementos y un pequeño final, composiciones progresivas llenas de sintes, cambios y atmósferas distintas. Elements (1978) se tituló.
Con todo esto, alcanzamos la primavera de 1979, cuando su ex-compañero Blackmore le reclama para producir el que sería cuarto trabajo de Rainbow. De inicio, la labor de Glover no iba a ir más allá, pero el baile de músicos en aquellos meses hizo que tuviera que grabar la mayor parte de las líneas de bajo y hacerse cargo de las letras y las melodías vocales durante la composición. Así, apoyado por Cozzy Powell (batería) y Don Airey (teclista) acabó siendo miembro permanente de la banda y responsable, al final, de la producción no solo de Down to Earth (1979), si no también de los siguientes cuatro largos del grupo: Difficult to cure, 81, Straight between the eyes, 82, y Bent out of shape, 83. Cuando en 1984 decidieron retomar el trabajo con Deep Purple junto a Ian Gillan, Ian Paice y Jon Lord, volvió a encargarse de la producción; no dejó los controles en los siguientes seis álbumes, cuando ya fue «sustituido» por Michael Bradford, primero, y Bob Ezrin, después.
En medio, se permitió pocas licencias. En 1980 acudió en ayuda de Michael Schenker para su debut como The Michael Schenker Group y diez años después se lo hizo con Pretty Maids y su extraordinario Jump the gun.
Un tipo de inquietudes musicales, como demuestran sus obras en solitario, que fabricó un estilo tras los mandos que ha dejado una excelente discografía, digan de pasar una buena tarde con las orejas atentas.
Idolatrado como una de las figuras icónicas del heavy metal, cantante de un listado de canciones imprescindibles en el género, hoy repasamos su catálogo entre dos momentos críticos de su carrera. En 1992 se reunió con sus colegas Tommy Iommi, Geezer Butler y Vinny Appice para grabar Dehumanizer bajo el nombre de Black Sabbath, experiencia que aguantó apenas un año. Retornó a su carrera en solitario hasta que en el 2007 volvió a reunirse con los mismos personajes para girar bajo el paraguas de Heaven & Hell, grabar un directo (Live from Radio City Music Hall) y el álbum The devil you know (2009). En medio, años malos para el género metalero y para las historias de fantasía que Ronnie James defendió con sus mejores espadas.
Strange highways (1993)
De su aventura con Black Sabbath se trae de vuelta a Vinnie Appice, batería de sus primeros cuatro discos. Reclutan al bajista Jeff Pilson (Dokken, MSG, Foreigner) y al desconocido guitarrista Tracy G. La «nueva» aventura de Dio busca un sonido más oscuro y agresivo, acercándose al heavy metal de principios de los noventa. Escogen a un productor externo a la banda, Mike Fraser, y se marcan un álbum, como su nombre, extraño en el Universo de Ronnie. Se aleja de sus temáticas épicas y se centra en asuntos más actuales. Buen trabajo rítmico, un sonido compacto y Tracy resulta un guitarrista más que solvente; Dio juega con su voz buscando esa violencia, esa negrura, y en ocasiones lo logra, como en Firehead, tema redondo. La energía fluye en varios cortes, como Jesus, Mary & the Holy Ghost, Here’s to you, Strange highways, Blood from a stone o Give her the gun, con su intro acústica y su lento desarrollo. Un producto de su tiempo.
Angry machines (1996)
El álbum más despreciado de Dio. Y sin razón. Las composiciones siguen siendo buenas, así como la interpretación y el sonido final, muy basado en la preponderancia del groove y las bases rítmicas sobre las melodías y los desarrollos instrumentales, típico del metal de mitad de los noventa. Eso lastra, claro que sí, la calidad final en comparación con otros discos del mago, pues sale de su estilo clásico. Sin embargo,Tracy G deja unos buenos riffs y solos (Hunter of the heart o la inicial Insitutional man) y la banda lo borda en Stay out of my mind (excelente Dio), Don’t tell the kids, Double monday o Golden rules (a pesar de su tonta introducción). No es un imprescindible, pero al nivel de muchos de sus coetáneos.
Magica (2000)
Nuestro protagonista reorganiza la banda para volver a los sonidos más «clásicos» y qué mejor decisión que traer de regreso a músicos de la primera etapa: Craig Goldie para las guitarras (Dream evil, 1987), Simon Wright a la batería (Look up the wolves, 1990) y Jimmy Bain al bajo (grabó todos los discos entre 1983 y 1987). Con este equipo se fabricó un álbum conceptual que en el imaginario de Dio conformaba la primera parte de una trilogía que nunca se terminó. Si bien la historia resulta simplista (un planeta ocupado por las fuerzas del mal y un hijo y un padre que surgen como héroes), las canciones y la interpretación de todos encumbran a Magica: Craig está muy inspirado en riffs y solos, la pareja Vain-Wright encaja a la perfección y Dio, simplemente, es Dio. Sin rellenos, destacaría Losing my insanity, Turn to stone, Challs y su genial estribillo, la pesada Lord of the last day o Fever dreams.
Killing the dragon (2002)
Un disco de heavy con todo lo que tiene que haber: enormes guitarras, una base rítmica potente, un cantante en forma con algunos momentos brillantes y letras sugerentes, en este caso sobre demonios y monstruos (el dragón del tema título habla de las nuevas tecnologías). Dio reclutó a Doug Aldrich tras el abandono de Goldie (que ya había comenzado a componer y figura en los créditos). Algunos temas son brillantes, como la propia Killing the dragon (excelente solo), Scream, quizá la mejor letra y el mejor estribillo, Better in the dark, Rock & roll (a pesar de su letra simplista, funciona), Throw away children (coro infantil incluido) y Before the fall. Doug hizo un personal trabajo que recuerda por momentos a Vivian Campbell, dejando este álbum en un nivel alto. Un guitarrista infravalorado siempre.
Master of the moon (2004)
Para el que es el último álbum bajo su propio nombre, Dio pierde a Doug Aldrich, que se enroló en Whitesnake, y a Jimmy Bain; vuelven Craig Goldie y su colega Jeff Pilson. Goldie colabora en todas las composiciones dotándolas de un protagonismo guitarrero innegable, con pasajes excelentes, cierto aroma a Black Sabbath y mucha pegada. Pero es el propio Dio quien triunfa en esta obra: líneas melódicas muy acertadas (The man who would be king, End of the world), agresividad de inspiración clásica (The eyes) y algunos buenos estribillos (Shivers, I am). Las guitarras de Living the lie o la inicial One more for the road son de lo mejor. Si añades el toque doom de Master of the moon, el aroma 80s de Death by love y la final In dreams, completas un álbum de obligada escucha.
Y unos directos…
En estos años Dio publicó material en directo. El primero data de 1998 y se tituló Inferno: Last in live, con Tracy G aún en el grupo y ese sonido oscuro que trató de traspasar a los clásicos de Rainbow, Black Sabbath o Deep Purple. Aunque siempre va en gustos, resulta un directo imprescindible; el toque oscuro le sienta bien a los clásicos y Dio está soberbio, además de la fantástica selección de temas. Con Doug Aldrich a la guitarra y Simon Wright a la batería grabó Evil or Divine: Live in New York City (2003), más fiel al «sonido Dio» en especial porque Aldrich borda su parte, con un rollo muy eighties. Y poco antes de enrolarse en Heaven & Hell, también con Aldrich y con Wright y con el gran Rudy Sarzo al bajo, repasa uno de sus iconos en forma de directo; Holy Diver Live (2005) recoge en un cedé el nombrado álbum de 1983 y en un segundo cedé algunos de sus éxitos posteriores.
La magia y el misterio que aún hoy en día emanan las historias, las leyendas, los mitos del Antiguo Egipto resulta asombroso. Quizá sea la civilización cuya imagen más se ha difundido en el mundo occidental, con sus pirámides, sus faraones, sus dioses, sus jeroglíficos.
Esta magia, este misterio, ha inspirado a multitud de artistas a lo largo de los siglos. Y nuestros músicos no iban a ser menos, claro. En esta selección que aquí traemos aparece el faraón, el esclavo, la misma maldición personificada, el renacido, el condenado, el que huye.
Una maravillosa colección de canciones sobre el Antiguo Egipto y sus mitos.
Gamma Ray – Valley of the Kings
El dios que resurge de su tumba en el Valle de los Reyes para conquistar el mundo. Aparece en el EP de 1997 del mismo título.
Iceberg – Himno al sol
Los barceloneses Iceberg debutaron en 1975 con un álbum conceptual sobre el Antiguo Egipto con el nombre del faraón Tutankhamon. La obra utiliza las vivencias y miserias históricas para asociarlas a las vivencias de la suya, y aunque podríamos destacar cualquier tema, nos quedamos con este Himno al sol.
Nightwish – Sahara
La ira del faraón y una huída a través del desierto. Del álbum de 2007 Dark passion play.
Tierra Santa – La momia
En su Tierra de leyenda (2000) incluyeron la historia del faraón muerto que, convertido en momia, no se pudo salvar y está condenado a permanecer en su tumba para siempre.
Mercyful Fate – Curse of the pharaohs
King Diamond advirtiendo: «no rompas los sellos ni disturbes su paz» o te caerá la maldición de los faraones. La escuchamos en el álbum Melissa de 1983.
Zar – Cry of the Nile
En esta aventura que John Lawton se marcó en 1990 bajo el nombre de Zar y titulada Live your life, incluyeron un homenaje a los esclavos que levantaron las pirámides: «Ten thousand gave their blood/to realize a dream/enslaved with a broken will/to build the palace of the king». Una joyita.
Metallica – Creeping death
La décima plaga de Egipto hecha música. James Hetfield es la muerte que se arrastra para acabar con los primogénitos del faraón. Single editado en 1984 que forma parte del álbum Ride the lightning.
Therion – In the deser of Set
Un canto al dios del desierto, del caos, de la sequía: «in the deser of Set/the seeds of Pandemonium lie/the darkened paradise/under the sand/await to rise». Parte del discazo Theli de 1996. El propio Seth aparece en la portada (fea) del disco.
Iron Maiden – Powerslave
El tema que da título al disco de 1984 nos cuenta en primera persona la impotencia y el lamento del faraón en el momento de su muerte, cómo se resiste a ser un esclavo del poder de la muerte y amenaza con esperar el paso de los siglos para emerger de nuevo de su tumba.
Dio – Egypt (the chains are on)
Del mismo año, 1984, también otro lamento, pero esta vez del esclavo que vive con las cadenas puestas y solo desea que su día se acabe. Pertenece al álbum The last in line.
Nile – Those whom the gods detest
Una banda de death metal que dedica toda su música a narrar historias ambientadas en el Antiguo Egipto. Y con asombrosos resultados. Este tema que traemos, del álbum de igual título, editado en 2009, pone voz al impenitente, al blasfemo, al que ofende a los dioses.
Perseveranth – Pirámide
Una canción de 2017 por una banda de Álava en su disco debut Creador. El nacimiento de un nuevo dios, inmortal, que resucita de su pirámide para combatir a sus enemigos.
Barclays James Harvest – Ra
En el álbum de 1976 titulado Octoberon escuchamos esta oda al nacimiento del dios Ra: «God of old now broken and defaced/punish all who’ve fallen from your grace».
Blue Murder – Valley of the Kings
«In a distant place in time a pharaoh wandered/In his mind he could see a kingdom with this king». En su debut, los muchachos de John Sykes nos cuentan cómo fue construido el Valle de los Reyes con el esfuerzo y la sangre de los esclavos: «It was built with flesh and blood/It wasn’t built by any God/Feel the kiss on the wind/And the blood on the sand». Se editó como single del álbum homónimo de 1989.
Aquellos años en los que las bandas de cualquier tipo comenzaron a parecerse sospechosamente: una fotografía llena de cardados, unas cuantas baladas («los heavies, las mejores baladas»), un montón de tipos medio vestidos, o medio desnudos, con una mezcla de cuero y encajes, el sonido a caja y lata en las baterías, las guitarras por debajo de los platillos, los coros infinitos y edulcorados, el reverb a tope y muchos teclados y sintetizadores. Esa es la imagen que los no aficionados al género se han quedado de los años ochenta, injustamente quizá.
Esta imposición del mercado, sobre todo yanqui, afectó a bandas de todo origen, creándose una cantidad de discos curiosos a cargo de músicos más o menos consagrados y más o menos originarios del heavy metal. Algunos aceptaron los sintetizadores y dieron protagonismo a los teclados. Otros directamente se gastaron un pastón en peluquería, cambiaron de productor, de país, de gustos sexuales y hasta de barra de labios. Otros aceptaron compositores externos que edulcoraran sus letras y sus escalas. Otros iban tan drogados que les daba igual. Algunos lo hicieron una vez y se arrepintieron. Otros se cebaron en el drama. Y los hay que aprovecharon la ausencia del líder para pastar en otros estilos.
Es difícil determinar cuándo comenzó este cruce de sonidos. La influencia del éxito del AOR, la explosión disco y la irrupción de la new wave puso de moda los sonidos sintetizados a finales de los setenta y comienzo de los ochenta. El auge del videoclip dio cada vez más importancia a la imagen. Las mejoras técnicas, con mesas de grabación más complejas y el acceso a secuenciadores y efectos cada vez más diversos, tuvieron mucho que ver también, así como el hecho de que grupos con trayectoria hard rock como Rainbow o Rush se atrevieran a experimentar con éxito sintetizadores, teclados y coros comerciales animó a las compañías a invertir en sus viejas nuevas glorias.
Sin embargo, lejos de despreciar esta colección de discos, venimos a defenderlos. Algunos están entre nuestros favoritos. Y son mejores que otros muy aclamados, más heavies, más aguerridos, más virtuosos. Azúcar metalero, heavy poppy. Allá vamos con nuestra pequeña selección de discos de bandas hard&heavy (más o menos) metidos en el sintetizador, la sobreproducción o, directamente, en el bote de laca.
Rush – Moving pictures – 1981
Quizá uno de los primeros en lograr un éxito viniendo del hard rock en este nuevo mundo del sinth-metal. Los canadienses, que ya habían comenzado la década simplificando su propuesta en Permanent waves, ahondaron más aún en este casi perfecto álbum. Los teclados, la percusión y ese sonido característico destacan en Tom Sawyer, The camera eye o Limelight, por ejemplo. El éxito de ventas (más de cuatro millones de copias en Estados Unidos) animó a la banda a continuar experimentando esta senda y a las majors del negocio a intentar emularles.
Z Z Top – Eliminator – 1983
A estos se les fue la mano con los sintetizadores, las piernas largas y la sobreproducción de estudio. Claro, que consiguieron vender más de diez millones de copias y, así, cualquiera no repite. Y dos años después se plagiaron, con menos fortuna y menos calidad, en Afterburner. Cinco singles, con Gimme all your lovin quedando como himno de época, o ese vídeo sonrojante para promocionar Legs. Los barbudos dieron lo mejor de sí, a pesar de ellos, y salieron victoriosos. Cuidado con I need you tonight, synthblues eighties.
Saxon – Destiny – 1988
Lo de Saxon comenzó, principalmente, con el cambio de compañía discográfica. Ya desde Innocent is no excuse (1985) dieron muestras de «debilidad» aunque mantuvieron la tensión (un poco) en Rock the nation (1986). Y se lanzaron al vacío. Destiny está lleno de azúcar, desde la versión de Christopher Cross (Ride like the wind), el protagonismo de los teclados en Song for Emma y Calm before the storm o la melodísima I can’t wait anymore. Adiós motos británicas, hola descapotables de California.
Dio – Sacred heart – 1985
Quizá de los mejores de esta selección, Dio pasó de esconder a su teclista a un lado del escenario a darle protagonismo, de roncar himnos míticos a melodear historias para todos los públicos. Consiguió cierto equilibrio con sus obras anteriores en truenos enmascarados con el sonido moderno: Rock’n’roll children o Hungry for heaven, incluso la misma Sacred heart; pero la fórmula no da más de sí en Shoot shoot o Like a beat of a heart. Una pena que el último álbum con Vivian Campbell no le dejara brillar como en anteriores entregas.
Judas Priest – Turbo – 1986
Después del éxito de Defenders of the faith (1984) se enmarcaron en el megaproyecto: un álbum doble con teclados, baterías sintéticas y guitarras sonando juntas sobre historias de amor, sexo y corazones solitarios. La compañía les cortó las alas y editó uno de sus discos más vendidos y aclamados, a pesar del cambio de look, no solo musical, si no también estético. La portada, las fotos de promoción. La dimensión del cambio se aprecia desde la inicial Turbo lover, la comercial Private property, con su riff y su coro de estadio, el hard rock previsible de Rock you all around the world o la cama de teclados de Out in the cold. Quedan momentos de antaño como la rabia de Reckless.
Iron Maiden – Somewhere in time – 1986
La fiebre alcanzó a una banda llena-estadios como Iron Maiden en mitad de los ochenta. El líder supremo, Steve Harris, entendió que necesitaban otro estilo, otro aire, y arrimó los sintetizadores y los trucos sonoros de estudio a sus huestes. El resultado, algo desigual, nos regaló momentos casi bíblicos, como Heaven can wait, Sea of madness o Wasted years, junto a otros algo más duros. La banda, a pesar del cambio, supo mantener la esencia, el estilo, además de adornarse con una imagen futurista que justificaba, en cierto modo, el cambio (ese Eddie cyborg). Los sintetizadores acabaron quedándose en el siguiente Seventh son of a seventh son (1988).
Van Halen – 5150 – 1986
Ya hablamos de este álbum por aquí. Eddie llevaba unos años dirigiendo su propuesta musical hacia sonidos más «comerciales», con grupos como Foreigner o Journey en su ideario. Los teclados y las melodías cobraban cada vez más protagonismo y el éxito de Jump con sus teclados míticos le acabó de convencer. La fuga de David Lee Roth fue la consecuencia o la razón para acabar produciendo un álbum como 5150. Baladas poderosas (Why can’t this be love, Love walks in), mucho teclado y armonía amable (Dreams) y alguna licencia roquera (Best of both worlds). El tercer álbum más vendido de Van Halen (casi ocho milloncejos despachados).
Y&T – Down for the count – 1985
Después de intentarlo con diferentes productores de éxito en el metal y el hard rock, como Chris Tsangarides (Mean streak) y Tom Allom (In rock we trust), los de Meniketti se dejaron invadir por la producción fácil, los sintetizadores, las letras tontas y los coros overdubs. Esta vez tampoco tuvieron suerte. Incluso tiraron de versiones, todos quería ser Quiet Riot: All american boy y You’re mama don’t dance como gancho de un disco que apenas alcanzó a vender lo que sus hermanos anteriores. El productor elegido, Kevin Beamish, hizo multiplatino a REO Speedwagon y fue un habitual de este sonido (Saxon, MSG, Keel). Curiosamente la balada Hands of time resulta excelente en el ideario de Y&T, como la inicial In the name of rock o (salvemos la letra) Don’t tell me what to wear. Lo dicen ellos mismos: Anything for money.
Blue Öyster Cult – The revölution by night – 1983
Otro dinosaurio que logró su éxito a mitad de los años setenta acabó cayendo del lado del poppy sintetizado. Sin perder su buen hacer compositivo, los chicos de la Östra Azul ficharon a la por entonces joven promesa Bruce Fairbairn para hacerse cargo de la producción, buscando, conscientemente, ampliar sus registros, digamos, radiables. No faltan grandes temas con buenos riffs, como Take me away, Veins o Feel the thunder, pero la mayoría de las canciones dan protagonismo a los arreglos de sintetizador y suenan baterías electrónicas. El álbum funciona en su conjunto y suena muy bien (si te gusta el estilo) en Eyes on fire, Dragon Lady o Shadow of California.
Uriah Heep – Head first – 1983
Tras más de diez años de dar guerra por los escenarios y las orejas de medio mundo, a comienzos de los años 80 Uriah Heep se encontraban en una encrucijada. Sin cantante, el teclista y compositor principal Ken Hensley se largaba junto al carismático bajista Trevor Bolder. Reclutaron al cantante Peter Goalby, al teclista John Sinclair y al bajista Bob Daisley. Con la producción de Ashley Howe, la banda se monta una colección de canciones donde se mezcla el AOR de radiofórmula predominante en la época (Journey, Foreigner) con buenos riffs metaleros y estribillos polifónicos. A destacar: The other side of midnight,Love is blind, Red lights y Weekend warriors. Curiosa la versión del joven Bryan Adams Lonely nights.
Sirva esta pequeña selección de muestra. Hay más. Se extendió a lo largo de toda la década. Podríamos nombrar a Accept (Eat the heat) aunque fuera solo por esa portada hiperlaqueada, a Blackfoot y su Vertical smile, Alice Cooper con su retorno mainstream de la mano de Desmond Child en Thrash, o la conversión de KISS desde el heavy de Lick it uphasta el azúcar de Crazy nights. Al final, fueron las bandas jóvenes, nacidas al calor del heavy de principios de década mezclado con los sonidos más sintetizados y las letras hedonistas, las que se hicieron la segunda mitad de década con la MTV y el mercado: Mötley Crüe, Ratt, Bon Jovi, Poison, Cinderella, Warrant y tantos otros.
Este directo no tiene desperdicio: ni por el contenido musical, ni por la imagen, ni por la historia, ni por la leyenda negra que arrastra.
Fue grabado durante la gira del Mob Rules en Estados Unidos, entre abril y mayo, y editado en el mismo año 1982. Se recogieron conciertos en Seattle, San Antonio, Dallas y Fresno. Este concierto se editó en origen en doble vinilo. Luego se pasó a doble CD, aunque al poco tiempo se decidió concentrar todo el show en un solo CD a costa de reducir el sonido del público, la intervención de Dio entre canciones y eliminar un tema.
En cuanto al contenido musical, imposible negar la fantástica selección de temas, fundamentalmente de la era Dio, y la estupenda interpretación de todos ellos. Aquí está el set list.
En cuanto a la imagen: una de las mejores portadas de la Historia del rock, donde se recogen algunos de los personajes de sus canciones surgiendo del mar, como si de un desembarco se tratara. El interior muy bien cuidado con fotografías de los miembros del grupo.
En cuanto a la leyenda, en fin, se dice que tiene más de estudio álbum que de directo, pues recibió muchos retoques y la mezcla se llevó una buena parte del sonido original. También se achaca al proceso de producción el «despido» de Dio, insinuando que se intentó beneficiar subiendo su voz.
En cuanto a la historia, fue el primer directo oficial de Black Sabbath y documento imprescindible en la carrera de Ronnie y de los probios Sabbath. Además, sirve como excusa para discutir si gusta más la etapa Ozzy o la etapa Dio, o si las canciones del primero suenan mejor o peor en la versión del segundo.
En cualquier caso, una gozada para los oídos, uno de los mejores live del rock & metal de la historia.
Además de uno de los más grandes cantantes y compositores del heavy metal, Dio puede autoproclamarse padrino de los famosos cuernos con los que todos saludamos en los conciertos: entró en Black Sabbath sustituyendo a Ozzy, quien solía acompañar las canciones con el símbolo de la paz; a Dio se le ocurrió utilizar un signo que su abuela hacía con frecuencia para espantar el mal de ojo, los cuernos, pero en vez apuntando al suelo, como ella, apuntando al cielo. Y hasta hoy.
La Historia de Dio comienza el día que Ritchie Blackmore entra en su vida. Durante un parón en la que sería la última gira del guitarrista con Deep Purple, ambos compusieron y grabaron el primer disco de Rainbow. Unas semanas después Blackmore abandonó su banda, reformó Rainbow y sacaron uno de los discos imperdibles del rock: Rising. Tras una tercera entrega, Long live rock and roll, Blackmore buscó otro cantante.
A partir de ahí la carrera de nuestro protagonista fue de éxito en éxito, primero en Black Sabbath. Grabó dos discos en estudio, el fantástico Heaven and Hell y el menos acertado The mob rules.
Con la intención de formar su propia banda, Dio se llevó al batería Vinny Appice, reclutó al bajista Jimmy Bain y al por entonces joven Vivian Campbell y formó Dio. Los tres primeros redondos del grupo son para enmarcar: Holy Diver, The last in line y Sacred Heart. Después Campbell abandonó el barco y ya no fue lo mismo, a pesar de seguir componiendo buenas canciones.
Para esta ocasión he seleccionado 7 joyas. Que las disfrutes.
Dio – Holy diver
Descacharrante video oficial. La imagen primitiva choca con la poderosa canción compuesta por Dio, según su propia leyenda, en las ruinas del castillo del rey Arturo. Una de las canciones clave de sus directos.
Black Sabbath – Neon Knigths
En este caso, una versión de la última reunión con el nombre de Heaven&Hell. Mantuvo sus dotes hasta el final. Sobervio trabajo de Tommy Iommi.
Rainbow – Stargazer
Dio siempre se rodeó de estupendos guitarristas. ¿Alguien conoce a Ritchie Blackmore? Del fabuloso album Rising.
Dio – Hungry for heaven
A medida que avanzaban los ochenta Dio buscó un poco más los sonidos comerciales, aumentaron los teclados y las melodías cobraron protagonismo reduciendo el protagonismo de las guitarras. En ese camino, esta canción, perteneciente al Sacred heart, es un revientaestadios.
Rainbow – Gates of Babylon
Una de las últimas composiciones para Rainbow, cuenta con uno de los trabajos vocales más impresionantes, con una onda oriental en la melodía. Tampoco eran mancos el guitarrista de negro (Mr. Blackmore de nuevo) ni el portentoso batería Cozy Powell. A gozarlo.
Black Sabbath – Heaven and Hell
La entrada de Dio en Black Sabbath revitalizó su música y les devolvió a la popularidad perdida. Ayudó que muchas nuevas bandas de la New Wave of British Heavy Metal los reconocieran como influencia, cosa rara a finales de los setenta donde triunfaba el punk, la new wave y la música bailable. El tema título de su primera colaboración resume todo lo que fue y será Ronnie James Dio: melodía, contundencia, ritmo y calidad.
Dio – Rainbow in the dark
Mi favorita y una de las más grandes del heavy metal forever. Sin más comentarios.