Hoy en día, ser fan de una obra LITERARIA del calibre de El Señor de los Anillos no es fácil. O sí. Depende, claro, de cómo se enfoque: apuesto un orco a que muchos «fanes» de los personajes y las historias de Tolkien no han abierto el libro nunca. La magia del cine, claro. Para quienes mamamos aquellas historias en papel (tres gruesos volúmenes) y fuimos friquis raros muchos años, el advenimiento de tanto turista a la Tierra Media no fue agradable necesariamente. Se estaba mejor antes.
En cualquier caso, la pasión por los héroes y los villanos de El Señor de los Anillos ha fascinado a nuestros músicos desde su más tierna juventud. Y aquí nos dedicamos a recopilar unas cuántas canciones inspiradas en aquellas letras negras sobre papel blanco. Algunos clásicos (de sobra conocidos) mezclado con sorpresas y curiosidades.
Friqui Rock Metal en toda su plenitud.
Como siempre… dale al play.
Saurom – Regreso a las Tierras Medias
El propio nombre de la banda (originalmente, Saurom Lamderth) ya confiesa la inspiración de estos gaditanos. Ocuparon buena parte de su discografía inicial en los personajes y las narraciones de Tolkien. Aunque su debut, El guardián de las melodías perdidas (2001), coincidió con la primera parte de la trilogía fílmica, y a la par que ella fue editando sus siguientes obras, muchas de las canciones que lo formaron, como esta, se grabaron en distintas maquetas desde unos años antes.
Bob Catley – The wraith of the Rings
Alejado de sus imprescindibles Magnum, el voceras Catley dedicó su tercer disco en solitario (Middle Earth, 2000) a las aventuras de los personajes de nuestra trilogía protagonista. Compuesto y producido por Gary Hughes, solo puede sonar bien.
Azrael – El hechizo de Galadriel
Cerraban su debut Nada por nadie (1996) con esta hermosa y breve pieza instrumental en honor a la elfa Galadriel.
Camel – Nimrodel/The procession/The white rider
Ni cortos ni perezosos, para su disco Mirage (1974) se marcaron ni más ni menos que una mini ópera roquera de casi diez minutos dividida en tres partes intentando desarrollar la transformación de Gandalf de Gris a Blanco. Emotivo y no carente de cierta magia.
Glass Hammer – Song of the Dúnadan
En 1993 este dúo estadounidense (Steve Babb y Fred Schendel) grabó un álbum, Journey of the Dúnadan, protagonizado por Aragorn, quien narra en una ópera rock su visión de las desventuras narradas en la trilogía. El buen resultado del álbum y la recepción les llevó a intentar repetir el experimento con las obras de C. S Lewis, pero eso es otra historia.
Dark Moor – Starsmaker (Elbereth)
La épica particular de esta banda no podía dejar de lado tan magna obra. En su tercer álbum, The gates of Oblivion (2002), hacen referencia al poema A Elbereth Gilthoniel que aparece (hasta tres veces) en El Señor de los Anillos.
Ten Years After – Hobbit
Estos británicos, con mucha sorna, titularon así al solo de batería que Ric Lee se marcaba en directo y que escuchamos, en esta ocasión, en un concierto de 1975. Lo dejaron para la posteridad en el álbum Recorded Live de 1973.
Bo Hanson – Living Shire
Esta es una de las aventuras fantásticas que he descubierto documentando este post. El multi instrumentista sueco Bo Hanson grabó en 1970 un álbum instrumental titulado Sagan om ringen. Efectivamente, Hanson es sueco. Tal fue el éxito, que dos años después se publicó en el Reino Unido con el título Music inspired by Lord of the Rings.
Mostly Autumn – Riders of Rohan
Y, de igual modo, estos británicos dedicaron su cuarto disco a nuestros protagonistas con el original título de Music inspired by The Lord of the Rings. Teclados, flautas, pianos, programaciones y algunas guitarras. Recomendable (y curiosa) escucha.
Led Zeppelin – Ramble on
¿En qué no se habrán inspirado Led Zeppelin? Los escenarios de El Señor de los Anillos ocuparon varias de sus tonadas, entre las que rescatamos esta del Led Zeppelin II (1969). «How years ago in days of old/when magic filled the air/’T was in the darkest depths of Mordor/I met a girl so fair/But Gollum, and the evil one/crept up and slipped away with her».
Rush – The necromancer
El batería Neil Pearl, responsable de las letras de Rush, hace referencia al Nigromante (The Necromancer) y a tres viajeros, que no son otros que Frodo, Samsagaz y Gollum, a su llegada a Willodale. La canción se divide en tres partes: Into darkness, Under the shadow y Return of the Prince. La escuchamos en Caress of steel (1975).
El Reno Renardo – Camino a Moria
De regalo, esta ¿obra de arte? La letra más irreverente que encontraréis sobre el viaje mítico sobre la música de la canción Camino a Soria de Gabinete Caligari. Impagable. «Me llevo pal camino un bocata de foagrás/y vamos toda la peña cantando Manowar»
El personaje de Leonardo DiCaprio decía en la película Titanic (1997): «es lo bueno de París, muchas mujeres quieren desnudarse». Humphrey Bogart, en Sabrina (1954), afirma que «París es para los enamorados; tal vez por esa razón solo estuve allí 35 minutos». Ciudad del amor, de las fantasías sexuales, de la libertad y la cultura, ciudad con un fantástico escaparate donde la vida transcurre de modo parecido a cualquier otra gran urbe del mundo. Pero, oh, el mito que tiene a su alrededor. Ese no se lo puede quitar nadie. El propio Bogart, en la escena final de Casablanca (1942), junto a Ingrid Bergman, dejó una de las frases antológicas de la ciudad y del cine: «Siempre nos quedará París». Siempre tendremos el recuerdo.
Y un poco de todo esto hay en la selección de canciones sobre la ciudad de la luz (y de las sombras, pues). Hay amor perdido, amor encontrado y amor no correspondido. Pero también hay algo de historia (que «París bien vale una misa»), alguna epopeya personal y hasta una de espías.
Como de costumbre… dale al play.
Gary Moore – Parisienne walkways
Tenía que ser la primera. Canción romántica, llena de nostalgia, rememorando los paseos por París con la persona amada. En la versión primigenia cantaba Phil Lynnot (también tocaba el bajo) y la batería corrió a cargo de Brian Downey, ambos compañeros de Moore en Thin Lizzy. Se editó en 1979 como single alcanzando el número 8 en las listas británicas.
Ben Harper – Paris sunrise #7
¿Y por qué no rememorar el pasado con un tema instrumental? Increíble interpretación, sentida melodía. Recibió una nominación a los Grammy. Harper la grabó con sus Innocent Criminals para el álbum del 2007 titulado Lifeline. En el vídeo toca seguidas Paris sunrise #7 y la propia Lifeline, dando un hermoso sentido a la canción: «I don’t want to wait a lifetime/not yours, not mine/can you see me reaching/for the lifeline».
Stephen Stills – Midnight in Paris
Compuesta por la (entonces) esposa de Stills, Véronique Sanson, cantante y compositora nacida en París, rememora una cita romántica una noche de otoño: «I want to tell you ‘bout all I see/Stars in my eyes that you would not believe/I’m a little funky wearin’ out my shoes/Don’t mean anything unless I’m dancin’ with you/Midnight, midnight in Paris». Parte del álbum Illegal Stills (1976).
Dokken – Paris is burning
Una ruptura amorosa en la ciudad del amor: «I can’t believe/You’d throw it all away/You know you played me for a fool». La canción tuvo una primera versión en la edición original europea del álbum Breakin’ the chains (1981) titulada, simplemente, Paris. Para la reedición de 1983 en Estados Unidos, con el título alargado, se sustituyó por una fantástica versión en directo grabada en Berlín en 1982.
Tako – París 1968
Pero no todo va a ser amor y nostalgia. En la ciudad de París también se anclan hechos históricos, y a uno de ellos viajan los zaragozanos Tako en su álbum El club de los inquietos (1999), al mes de mayo de 1968. Mezclando una letra en francés y en inglés, pasean con su guitarra y su música dando paz y amor.
Rush – Bastille day
Los canadienses Rush viajan a otro de esos momentos: la revolución francesa. «And we’re marching to Bastille Day/The guillotine will claim her bloody prize». Camino de La Bastilla a cortar algunas cabezas y hacer un poco de justicia (más o menos). Abría el tercer y definitorio Caress of steel (1975).
Streetheart – Action
Y otros canadienses, Streetheart, disfrutaron de las mieles del éxito locales con este single que abría su debut Meanwhile back in Paris de 1978. En la banda figuraba Paul Dean a las guitarras, quien daría el salto poco después a Loverboy. Una historia de agentes secretos: «I’m afraid now, I’m going to phone the base now/Yeah maybe the master really gonna pay, yeah».
Dark Moor – Bells of Notredame
En su muy recomendable The Hall of the olden dreams (2000) hacen una semblanza del mítico jorobado y campanero de Notredame:»We see the hunchback in Notre Dame/Dancing on the tallest towers». Un personaje despreciado por la sociedad que encuentra entre las torres de la iglesia la soledad «Looking at the bells he thinks about his tragic fate/Wants to be a rock or metal like his souless mates».
Queensrÿche – Last time in Paris
Una (supuesta) historia real que le ocurrió a Geoff Tate, cantante de la banda, en un concierto en París. La noche se complicó, una cosa llevó a la otra y acabó durmiendo más de la cuenta. Al llegar al concierto no le dejaron entrar: «took the metro out to Avignon/Man at the backstage, didn’t know my name/Said hey, I’m with the band!/You and everyone today». Alguien le reconoció y pudo entrar al backstage. Corte grabado en la época del Empire (1990), que no formó parte de la edición original, y debutó en la banda sonora de The Adventures of Ford Fairlan.
Elton John – Paris
Tercer single del álbum de 1986 Leather jackets. Para Elton no todas las ciudades son iguales y en Paris puede pintar el cuadro más colorido con su amor: «But when I get to Paris/We’ll paint all our portraits/In brush-strokes of yellow/And christen the canvas».
Place Vendome – Place Vendome
Y para cerrar, banda, canción y disco con nombre parisino: «So just hold my hand and I’ll show you my second home/Down at the Place Vendome». Plaza célebre del París clásico, lugar de paseos y, por lo visto en la canción, algo más que besos. La banda, fabricada en un despacho de Frontiers Records, editó su estupendo debut en el año 2005.
Efectivamente. Con cualquier cosa hacemos una lista de canciones. ¿De verdad no te has parado a pensar en la cantidad de temas que comienzan con una voz, más o menos audible, realizando una cuenta? One-two-three o tres-dos-uno… y al lío. Este recurso, habitual para hacer que toda la banda entre a la vez en un directo o en una toma, da apariencia de grabación orgánica, de «ahí estamos todos en tu altavoz machacando los instrumentos ahora mismo para ti». Y con ese rollo muchas de estas canciones fueron las primeras de un disco o de una cara de vinilo.
La lista ha quedado muy jugosa. Dale al play y disfruta.
Bad Company – Can’t get enough
«One… two… one, two, three» y comienza uno de los discos emblemáticos del hard rock de la primera mitad de los setenta, el debut Bad Company (1974).
The Beatles – I saw her standing there
«One, two, three, ¡four!» y a darle caña a este rock de amor con una adolescente «How could I dance with another/when I saw her standing there?». Arrancaba así el primer largo de la banda, Please please me, editado en 1963.
Rare Earth – I just want to celebrate
«One, two, three, four» y a marcar un ritmo pegajoso en esta canción de celebración de la vida hedonista: «I just want to celebrate another day of life». Cerró la cara A del vinilo One world (1971) y fue el primer single de dicho álbum.
The Who – Slip kid
Comienza Keith Moon con su batería, marca «one… two… one, two, three» y entra la banda en este fantástico tema que grabaron para abrir The Who by numbers (1975).
Rush – Animate
Abría Neil Peart el álbum Counterparts (1993) con «one… one, two» para guiarnos por uno de sus mejores trabajos. «Goddess in my garden/Sister in my soul/Angel in my armor/Actress in my role».
Barricada – Objetivo a rendir
«Un, dos, tres, ¡fuego!» gritaba Enrique Villareal «El Drogas» al comienzo de esta canción dedicada a los desesperados: «Para ti no es aventura/ Intentar salir de aquí/Pues esta calculado/Que seas vapuleado/Objetivo a rendir». Abría la cara B del álbum Pasión por el ruido (1989).
Tom Petty & The Heartbreakers – You got lucky
«One…» y se intuye el gesto, el ademán de conteo para comenzar con el primer golpe a tempo todo el mundo. Compuesto por Mick Campbell y el jefe Petty, fue segundo corte del álbum de 1982 Long after dark.
James Brown – Get up (I feel like been a) sex machine
Tras una presentación con público de fondo, «one, two, three, four» y a darle caña al cuerpo con uno de los más emblemáticos cortes de James Brown. ¿Alguien se resiste al ritmazo de la máquina sexual? Se grabó como single en 1970 y abrió el álbum Sex machine del mismo año en una versión de más de diez minutos. Shace your money maker…
J.J. Cale – Crazy mama
Más comedido «one, two, three, four» y metido en una tonada country con un hermoso slide, J. J. Cale se rinde a la mujer que regresa a su vida. Abría la cara B de otro imprescindible, el Naturally de 1971.
U2 – Vertigo
En «perfecto» español comienza Bono «un, dos, tres… catorce» sobre la introducción instrumental de esta canción, single y espectacular vídeo del How to dismantle an atomic bomb (2004).
Foo Fighters – Wheels
Un alargado «one, two, three, four» da paso a una de las dos canciones que fueron novedad en el recopilatorio Greatest hits (2009). La canción fue compuesta en memoria de un amigo fallecido de Dave Grohl.
Manfred Mann – 5-4-3-2-1
Y para terminar, la reina del conteo. No solo comienza con un «five, four, three, two, one», si no que la letra de la canción, casi en exclusiva, es esa. Se editó como single en 1964 junto al tema Cock-A-Hup. «Uh-uh, it was the Manfred’s»
Interesante colección de canciones, diversas y dispersas. Hay muchas esparcidas por el cosmos sonoro: ¿nos confiesas cuál has escuchado últimamente?
Siempre me ha resultado curiosa la forma en la que se recuerda o valora a Rush habitualmente: unos virtuosos, muy técnicos, respetados por su compromiso y su coherencia musical, reyes del directo mastodóntico. Pero poco se recuerda su capacidad para vender discos. Se calcula que han despachado más de 40 millones de copias de su discografía en todo el mundo, con 24 discos de oro y 14 de platino; una de las bandas que más discos de platino y oro seguidos ha conseguido en Estados Unidos (por delante tienen «tan solo» a The Beatles, The Rolling Stones, Kiss y Aerosmith, ese es el nivel). Y digo esto porque hoy reivindico una de sus obras mágicas, menos conocida, pero a la altura de sus publicaciones de los setenta y los ochenta. Supuso la primera vez que alcanzaban el puesto número 2 en las listas de ventas yanquis (por detrás del Vs. de Pearl Jam), el primer single (Stick it out) fue número 1 durante cuatro semanas seguidas en los charts roqueros y otros dos alcanzaron el top 5 (Cold fire y Nobody’s hero). Recibieron, además, una nominación a los Grammy por el instrumental Leaving that thing alone.
Para quien no tenga el gusto de conocer a Rush: Geddy Lee canta, toca el bajo y los sintetizadores; Alef Lifeson se encarga de todas las guitarras; Neil Peart hace lo propio con la percusión. Lee y Lifeson componen la músca y Peart se encarga de las letras. Esta constante permitió, quizá, una coherencia en este disco, como en todos los de la banda, sonora y lírica. La música se acerca más que nunca a las guitarras y las composiciones «heavies» mientras que las letras mezclan temas muy personales con una reflexión general sobre el bien y el mal y cómo se enfrenta la persona al mundo que le rodea.
La producción la compartieron con Pete Collins (Gary Moore, Alice Cooper, Queensryche) y el apoyo técnico de Kevin Sherley (Joe Bonamassa, Iron Maiden, Dream Theater). Dedicaron dos meses a pulir las maquetas que tenían mezclando grabaciones en analógico y en digital. La banda estaba en un momento muy creativo y, de nuevo, experimental.
Animate abre el disco de manera grandiosa. Tiene todos los elementos virtuosos del grupo y de Counterpart: excelente trabajo de bajo enredado en la línea de guitarra con el patrón de batería comandando al fondo y una interpretación muy melódica de la voz. La letra es curiosa: la propia conciencia y la ambigüedad que a veces nos invade al entendernos o definirnos como personas, en este caso enfocado a la definición de género. La intensidad oscura de Stick it out, basada en un lick the guitarra que se repite y regenera, tiene un rollo heavy en la base y se redondea con un gran estribillo. En Cut to the chase se escucha uno de los mejores guitarreos, tanto por el riff principal como por el solo y las armonías de guitarra y bajo.
Tras la intensidad inicial, la emocional Nobody’s hero impresiona. Comienza con la guitarra acústica y la voz y desemboca en una orquestación de Michael Kamen y una ambientación que dota de gran intensidad a la letra: un homenaje de Peart a alguien que le influyó en su juventud y que falleció de SIDA, un amigo perdido que murió solo. La batería de Between sun & moon me parece de las mejores del disco. Además, el estribillo resulta muy melódico y agradable. La letra se basa en un poema de Pye Dubois, quien ya colaboró antes con la banda. Alien shore viene con un espíritu de directo de estadio. Arranca con el bajo y la guitarra dando caña para después dejarnos en un fraseo de Lee sencillo y volver a la intensidad en el estribillo. Peart, de nuevo, le da lustre al tema. Recuerda a su etapa más popera el siguiente The speed of love, donde destaca la línea melódica de Geddy y el sencillo pero muy efectivo solo de guitarra en una reflexión sobre lo voraz y veloz que es el amor: «Nothing changes faster/Than the speed of love».
Double agent es otra de las joyas ocultas de este disco. Potente riff, estribillo (casi) comercial, una nueva lección de Neil y el bajo da un toque muy personal, único. La instrumental Leave that thing alone nació de una poderosa melodía de guitarra y la suma de ideas y jams en el estudio; aunque no aguanta la comparación con sus hermanos mayores, esos enormes instrumentales de los setenta, encaja muy bien en el contexto del álbum y mantiene una tensión emocional excelente. El groove de Cold fire me encanta; muy roquera, con un patrón de batería complejo y un adorno de teclados perfecto para que Lee haga una de sus mejores interpretaciones. El cierre con la sentimental Everyday glory nos deja otro buen solo y otro buen estribillo, con un mensaje de superación: «Though we live in trying times/We’re the ones who have to try/Though we know that time has wings/We’re the ones who have to fly».
Uno nunca es objetivo con lo que le apasiona. Pero cabe reconocer a un grupo como Rush, con los bolsillos y el ego llenos, el mérito tras ¡quince! discos de marcarse una obra tan intensa, fresca, roquera y preciosista en mitad de la vorágine grunge y alternativa de los primeros noventa. A disfrutar.
Aquellos años en los que las bandas de cualquier tipo comenzaron a parecerse sospechosamente: una fotografía llena de cardados, unas cuantas baladas («los heavies, las mejores baladas»), un montón de tipos medio vestidos, o medio desnudos, con una mezcla de cuero y encajes, el sonido a caja y lata en las baterías, las guitarras por debajo de los platillos, los coros infinitos y edulcorados, el reverb a tope y muchos teclados y sintetizadores. Esa es la imagen que los no aficionados al género se han quedado de los años ochenta, injustamente quizá.
Esta imposición del mercado, sobre todo yanqui, afectó a bandas de todo origen, creándose una cantidad de discos curiosos a cargo de músicos más o menos consagrados y más o menos originarios del heavy metal. Algunos aceptaron los sintetizadores y dieron protagonismo a los teclados. Otros directamente se gastaron un pastón en peluquería, cambiaron de productor, de país, de gustos sexuales y hasta de barra de labios. Otros aceptaron compositores externos que edulcoraran sus letras y sus escalas. Otros iban tan drogados que les daba igual. Algunos lo hicieron una vez y se arrepintieron. Otros se cebaron en el drama. Y los hay que aprovecharon la ausencia del líder para pastar en otros estilos.
Es difícil determinar cuándo comenzó este cruce de sonidos. La influencia del éxito del AOR, la explosión disco y la irrupción de la new wave puso de moda los sonidos sintetizados a finales de los setenta y comienzo de los ochenta. El auge del videoclip dio cada vez más importancia a la imagen. Las mejoras técnicas, con mesas de grabación más complejas y el acceso a secuenciadores y efectos cada vez más diversos, tuvieron mucho que ver también, así como el hecho de que grupos con trayectoria hard rock como Rainbow o Rush se atrevieran a experimentar con éxito sintetizadores, teclados y coros comerciales animó a las compañías a invertir en sus viejas nuevas glorias.
Sin embargo, lejos de despreciar esta colección de discos, venimos a defenderlos. Algunos están entre nuestros favoritos. Y son mejores que otros muy aclamados, más heavies, más aguerridos, más virtuosos. Azúcar metalero, heavy poppy. Allá vamos con nuestra pequeña selección de discos de bandas hard&heavy (más o menos) metidos en el sintetizador, la sobreproducción o, directamente, en el bote de laca.
Rush – Moving pictures – 1981
Quizá uno de los primeros en lograr un éxito viniendo del hard rock en este nuevo mundo del sinth-metal. Los canadienses, que ya habían comenzado la década simplificando su propuesta en Permanent waves, ahondaron más aún en este casi perfecto álbum. Los teclados, la percusión y ese sonido característico destacan en Tom Sawyer, The camera eye o Limelight, por ejemplo. El éxito de ventas (más de cuatro millones de copias en Estados Unidos) animó a la banda a continuar experimentando esta senda y a las majors del negocio a intentar emularles.
Z Z Top – Eliminator – 1983
A estos se les fue la mano con los sintetizadores, las piernas largas y la sobreproducción de estudio. Claro, que consiguieron vender más de diez millones de copias y, así, cualquiera no repite. Y dos años después se plagiaron, con menos fortuna y menos calidad, en Afterburner. Cinco singles, con Gimme all your lovin quedando como himno de época, o ese vídeo sonrojante para promocionar Legs. Los barbudos dieron lo mejor de sí, a pesar de ellos, y salieron victoriosos. Cuidado con I need you tonight, synthblues eighties.
Saxon – Destiny – 1988
Lo de Saxon comenzó, principalmente, con el cambio de compañía discográfica. Ya desde Innocent is no excuse (1985) dieron muestras de «debilidad» aunque mantuvieron la tensión (un poco) en Rock the nation (1986). Y se lanzaron al vacío. Destiny está lleno de azúcar, desde la versión de Christopher Cross (Ride like the wind), el protagonismo de los teclados en Song for Emma y Calm before the storm o la melodísima I can’t wait anymore. Adiós motos británicas, hola descapotables de California.
Dio – Sacred heart – 1985
Quizá de los mejores de esta selección, Dio pasó de esconder a su teclista a un lado del escenario a darle protagonismo, de roncar himnos míticos a melodear historias para todos los públicos. Consiguió cierto equilibrio con sus obras anteriores en truenos enmascarados con el sonido moderno: Rock’n’roll children o Hungry for heaven, incluso la misma Sacred heart; pero la fórmula no da más de sí en Shoot shoot o Like a beat of a heart. Una pena que el último álbum con Vivian Campbell no le dejara brillar como en anteriores entregas.
Judas Priest – Turbo – 1986
Después del éxito de Defenders of the faith (1984) se enmarcaron en el megaproyecto: un álbum doble con teclados, baterías sintéticas y guitarras sonando juntas sobre historias de amor, sexo y corazones solitarios. La compañía les cortó las alas y editó uno de sus discos más vendidos y aclamados, a pesar del cambio de look, no solo musical, si no también estético. La portada, las fotos de promoción. La dimensión del cambio se aprecia desde la inicial Turbo lover, la comercial Private property, con su riff y su coro de estadio, el hard rock previsible de Rock you all around the world o la cama de teclados de Out in the cold. Quedan momentos de antaño como la rabia de Reckless.
Iron Maiden – Somewhere in time – 1986
La fiebre alcanzó a una banda llena-estadios como Iron Maiden en mitad de los ochenta. El líder supremo, Steve Harris, entendió que necesitaban otro estilo, otro aire, y arrimó los sintetizadores y los trucos sonoros de estudio a sus huestes. El resultado, algo desigual, nos regaló momentos casi bíblicos, como Heaven can wait, Sea of madness o Wasted years, junto a otros algo más duros. La banda, a pesar del cambio, supo mantener la esencia, el estilo, además de adornarse con una imagen futurista que justificaba, en cierto modo, el cambio (ese Eddie cyborg). Los sintetizadores acabaron quedándose en el siguiente Seventh son of a seventh son (1988).
Van Halen – 5150 – 1986
Ya hablamos de este álbum por aquí. Eddie llevaba unos años dirigiendo su propuesta musical hacia sonidos más «comerciales», con grupos como Foreigner o Journey en su ideario. Los teclados y las melodías cobraban cada vez más protagonismo y el éxito de Jump con sus teclados míticos le acabó de convencer. La fuga de David Lee Roth fue la consecuencia o la razón para acabar produciendo un álbum como 5150. Baladas poderosas (Why can’t this be love, Love walks in), mucho teclado y armonía amable (Dreams) y alguna licencia roquera (Best of both worlds). El tercer álbum más vendido de Van Halen (casi ocho milloncejos despachados).
Y&T – Down for the count – 1985
Después de intentarlo con diferentes productores de éxito en el metal y el hard rock, como Chris Tsangarides (Mean streak) y Tom Allom (In rock we trust), los de Meniketti se dejaron invadir por la producción fácil, los sintetizadores, las letras tontas y los coros overdubs. Esta vez tampoco tuvieron suerte. Incluso tiraron de versiones, todos quería ser Quiet Riot: All american boy y You’re mama don’t dance como gancho de un disco que apenas alcanzó a vender lo que sus hermanos anteriores. El productor elegido, Kevin Beamish, hizo multiplatino a REO Speedwagon y fue un habitual de este sonido (Saxon, MSG, Keel). Curiosamente la balada Hands of time resulta excelente en el ideario de Y&T, como la inicial In the name of rock o (salvemos la letra) Don’t tell me what to wear. Lo dicen ellos mismos: Anything for money.
Blue Öyster Cult – The revölution by night – 1983
Otro dinosaurio que logró su éxito a mitad de los años setenta acabó cayendo del lado del poppy sintetizado. Sin perder su buen hacer compositivo, los chicos de la Östra Azul ficharon a la por entonces joven promesa Bruce Fairbairn para hacerse cargo de la producción, buscando, conscientemente, ampliar sus registros, digamos, radiables. No faltan grandes temas con buenos riffs, como Take me away, Veins o Feel the thunder, pero la mayoría de las canciones dan protagonismo a los arreglos de sintetizador y suenan baterías electrónicas. El álbum funciona en su conjunto y suena muy bien (si te gusta el estilo) en Eyes on fire, Dragon Lady o Shadow of California.
Uriah Heep – Head first – 1983
Tras más de diez años de dar guerra por los escenarios y las orejas de medio mundo, a comienzos de los años 80 Uriah Heep se encontraban en una encrucijada. Sin cantante, el teclista y compositor principal Ken Hensley se largaba junto al carismático bajista Trevor Bolder. Reclutaron al cantante Peter Goalby, al teclista John Sinclair y al bajista Bob Daisley. Con la producción de Ashley Howe, la banda se monta una colección de canciones donde se mezcla el AOR de radiofórmula predominante en la época (Journey, Foreigner) con buenos riffs metaleros y estribillos polifónicos. A destacar: The other side of midnight,Love is blind, Red lights y Weekend warriors. Curiosa la versión del joven Bryan Adams Lonely nights.
Sirva esta pequeña selección de muestra. Hay más. Se extendió a lo largo de toda la década. Podríamos nombrar a Accept (Eat the heat) aunque fuera solo por esa portada hiperlaqueada, a Blackfoot y su Vertical smile, Alice Cooper con su retorno mainstream de la mano de Desmond Child en Thrash, o la conversión de KISS desde el heavy de Lick it uphasta el azúcar de Crazy nights. Al final, fueron las bandas jóvenes, nacidas al calor del heavy de principios de década mezclado con los sonidos más sintetizados y las letras hedonistas, las que se hicieron la segunda mitad de década con la MTV y el mercado: Mötley Crüe, Ratt, Bon Jovi, Poison, Cinderella, Warrant y tantos otros.
En cierto modo es inevitable. La poesía y la música se tocan muy de cerca. Muchas de nuestras vivencias están asociadas a letras de canciones. Así que desde aquí volvemos a explorar la asociación entre escritores de poemas y compositores de canciones que comenzamos en la primera parte de Rock y poesía (dedicado a poemas y músicos de habla hispana: aquí tenéis el enlace.
Esta segunda parte recoge diez canciones en inglés basadas en otros tantos poemas. Como de costumbre, dale al play y disfruta.
Derek & The Dominos – I am yours
Basado en el poema The story of Layla and Majnum, que, de paso, inspiró la canción Layla. La mayoría de la letra la escribió el poeta persa Nizami, y así se acredita en la propia canción. Aparece en el imperdible Layla and other assorted love songs de 1970.
Celtic Frost – Sorrows of the moon
Tom G Warrior canta la versión en inglés de este poema de Charles Baudelaire. Aparece en el álbum Into the Pandemonium de 1987.
Roger Waters – Wait for her
Waters grabó para su Is this the live we really want? de 2017 una versión del poema Lesson from the Kama Sutra (wait for her) del poeta palestino Mahmoud Darwish. El músico se quedó prendado del valor trascendental del amor e intentó reproducirlo con su música.
Nightwish – Song of myself
Tuomas Holopainen escribe su propia versión del poema homónimo de Wal t Whitman en un intento de mezclar la épica musical con la épica lírica. Del álbum Imaginaerum (2011).
Wishbone Ash – Stand and deliver
Jugando con el antagonismo del poema de Alfed Noyes The Highwayman la banda realizó su propia versión para el disco de 1978 No smoke without fire.
Iron Maiden – Rime of the ancient mariner
No podía faltar. Catorce minutos gloriosos de la Historia del Metal basado en el poema de Samuel Taylor Coleridge. Steve Harris compuso la música para el álbum de 1984 Powerslave.
Steve Nicks – Annabel Lee
Aunque apareció en su disco de 2011 titulado In your dreams, Nicks asegura que tenía la canción escrita desde sus 17 años. Los productores de su disco, Dave Stewart y Glen Ballard, le animaron a terminarla. Basada en el poema de Edgar Allan Poe.
Peter Gabriel – Mercy street
Basada en el poemario de Anne Sexton, en especial en 45 Mercy Street, una mujer enferma mental cuya historia impresionó a Gabriel hasta el punto de contar en esta canción con las propias palabras de Anne. Aparece en So (1986).
Rush – Out of the cradle
De nuevo un poema de Walt Whitman sirve de base para una canción. La reflexión profunda sobre la pérdida y el amor acabó en el disco Vapor trails de 2002.
Judas Priest – Sea of red
Rob Halford hizo su propia versión del poema In Flanders fields de John McCrae acerca de la devastadora imagen de los campos de batalla durante la I Guerra Mundial. Lo escuchamos en su último Firepower (2018).
De vez en cuando en el blog nos gusta crear polémica, y en esta sección titulada Guerra de décadas enfrentamos la producción musical de diferentes épocas en el recorrido de grandes bandas del rock. Hoy, nos atrevemos con uno de los mitos del rock progresivo: Rush. Desde sus inicios a principios de los setenta hasta hoy en día han acumulado suficiente material de calidad para mantenernos un fin de semana atentos sin parar. Sus épocas más populares, quizá las mejores, fueron los años setenta y los años ochenta. Enfrentémoslos.
En los setenta editaron seis discos en estudio en apenas seis años, incluyendo maravillas como A farewell to kings o 2112, y un directo. Desarrollaron su estilo complejo, lleno de matices y arreglos, donde la voz de Geddy Lee, la guitarra de Alex Lifeson y la increíble percusión de Neil Pearl asombraban.
Llegaron los ochenta con un giro hacia temas más cortos , sintetizadores y estructuras menos cargadas, pero sin perder la calidad técnica y compositiva. El álbum de 1980 Permanent waves ya les ponía en las listas de ventas pero fue el siguiente Moving pictures el que les catapultó al estrellato. En esta década, ocho largos en estudio y dos directos.
¿Qué época fue mejor? ¿Prefieres las canciones de los setenta o las producciones de los ochenta? Aquí os dejo una muestra de cada para decidir.
No pienses que vamos a meternos en el mundo del ska, el reggae-rock o cualquier otra mezcla multicultural de estilos. En este artículo seleccionamos algunas canciones que artistas nada cercanos al mundo del reggae se han permitido componer y o grabar en su carrera basándose en ritmos, melodías o composiciones del género nacido y criado en Jamaica, o simplemente inspirándose en su aroma, rarezas en su catálogo. El logo de arriba lo define bien claro: guitarrazos sobre una nube de ritmo tricolor. Allá va nuestra propuesta.
Paul Simon – Mother and child reunion (1972)
Scorpions – Is there anybody there? (1979)
Alarma!!! – Cansado de esperarte (1985)
The Beatles – OblaDi, OblaDa (1968)
Rosendo – Bailando al aire (1998)
Led Zeppelin – D’yer Mak’er (1973)
Los Rodríguez – Aquí no podemos hacerlo (1995)
Rush – Vital sings (1981)
The Clash – (White man in) Hammersmith Palais (1978)
Rolling Stones – Hey Negrita (1976)
Sumo – No tan distintos (1987)
Tommy Bolin – People, people (1975)
Y no podemos evitar aquí dos canciones que nos encantan y se salen un poco de los requisitos de nuestra selección. Una versión de Bob Marley a cargo de Eric Clapton, la famosa I shot the sheriff, y un tema del grupo que mejor supo juntar reggae y rock y convertirse en multiventas, The Police.
Hay cientos de canciones que ahondan en la relación del hombre y la mujer de hoy en día con el trabajo. Algunas reivindicativas, enfocadas a la lucha de clases y a la defensa de los derechos de los curritos. Otras, lamentando la vida del moderno esclavo del trabajo, la dureza, la dependencia, la falta de esperanzas. Algunas también alegres, pues hay quien tiene trabajo bien pagado y de su gusto. Como de todo hay, hoy, Día Internacional del Trabajo, o como otros con acierto lo llaman, la fiesta del trabajo, hemos seleccionado unas cuantas canciones sobre el tema de algunos de nuestros héroes y nuestras heroínas musicales.
Como siempre, dale al play y disfruta.
Rush – Working man
Bruce Springsteen – Millworker
Ska-P – El vals del obrero
John Lennon – Working class hero
Attaque 77 – Días de desempleo
Cher – Working girl
Ilegales – No me gusta el trabajo
Drive-By Truckers – This fucking job
La Polla Records – El obrero
Styx – Blue collar man
Los Suaves – Sin empleo
Bob Dylan – Working man’s blues #2
Y un fuerte abrazo solidario a todos y todas los que no tenéis trabajo: hoy es un día para vosotros y vosotras especialmente.
Este británico todo terreno, que lo mismo hace un disco de rock que de folk o de pop, empezó su carrera en los años setenta como productor en Decca y componiendo jingles para la radio.
Su primer devaneo con el rock le llegó en 1982 al hacerse cargo del fenomenal The cage de Tygers of Pan Tang. Collins estaba metido en los sonidos sintetizados, por entonces de moda, y eso se hace notar en el resultado final de este álbum.
Tyger of Pan Tang – Paris by air
La falta de perspectivas profesionales le hizo mudarse a Los Ángeles a principios de los ochenta, donde se cocía el negocio. Su gran oportunidad le vino en 1985 y significó su gran salto al rock: la particular manera de trabajar las baterías, los teclados y las guitarras sintetizadas y, sobre todo, su habilidad para crear ambientes claros y potentes, llamó la atención de dos monstruos como Gary Moore y Rush.
Con Rush hizo cuatro álbumes en dos etapas distintas: Power windows (1985), Hold your fire (1987), Counterparts (1993) y Test for Echo (1995). Lo curioso de esta relación tiene que ver con la propia evolución de Peter Collins como productor. Desde los primeros álbumes con Rush fue perdiendo ese sonido pop y haciendo un sonido más pesado, algo más denso, menos dependiente del sinte y más centrado en voces y guitarras. En cualquier caso, Rush vendió muy bien a finales de los ochenta y eso le sirvió para hacerse un hueco en la industria.
Rush – The big money
A Gary Moore le produjo tres clasicazos: Run for cover (1985), Wild frontier (1987) y After the war (1989). Sobra decir que al bueno de Gary la mano de Collins le sentó muy bien y le ayudó a convertirse en un artista radiable y multiplatino. El sonido de Peter lo encontremos en temas como Ready for love o la propia Over the hills and far away.
Gary Moore – Ready for love
Otros que le deben un buen trozo de su fama son Queensryche. No en vano les produjo sus dos obras maestras Operation: mindcrime (1988) y Empire (1990).
Queensryche – Best I can
Pero si este currículum no fuera suficiente, aún le dio tiempo en los noventa a poner su sello en otros dos deliciosos trabajos. Alice Cooper le escogió en 1991 para hacer Hey stoopid y Bon Jovi se lo trajeron para These days (1994). Uno de los singles más vendidos de los de New Jersey lo produjo este señor: Always.
Alice Cooper – Feed my Frankenstein
Bon Jovi – These days
A finales de los noventa se centró en el pop (con Jewel consiguió su álbum más vendido), las bandas sonoras, el folk (en especial Indigo girls) y los recopilatorios. Su último acercamiento al rock fue en 2012 con Flying colors.
Flying colors – Blue ocean
Un recuerdo a un tipo que supo encontrar su estilo y mezclarlo con el talento de gran cantidad de músicos, un tipo camaleónico que consiguió hacer de su pasión un modo de vida multiplatino.