
Me acerqué por primera vez, de manera consciente, a Volbeat a través de King Diamond; el vocalista danés canta en el tema Room 24, una historia de terror sobre un riff heavy al puro estilo Denner/LaRoque «will someone hear me crying out for help in room 24». Diamond y Michael Poulsen, cantante y guitarrista, intercambian estrofas y adornos sonoros dando un maravilloso tufo a oscuridad y metal a todo el tema. Lo siguiente que me llamó la atención al acercarme al disco que contenía esta canción fue Rob Caggiano; el guitarrista había producido a bandas de diverso pelaje peliagudo, como Craddle of Filth, Machine Head, Ill Niño o mis adorados Anthrax (We’ve come for you all). Así que pinché este Outlaw gentlemen & shady ladies y encontré un enorme álbum del que disfruté mucho en su momento y del que estoy volviendo a gozar estos días mientras preparo esta entrada. Una mezcla cuirosa de estilos, con canciones muy pensadas para tener éxito comercial, de cuidados arreglos, sencillas melodías y buenos estribillos, junto a otras más pesadas, similares a su trabajo anterior, que tampoco descuidan esas líneas melódicas, y alguna rareza donde mezclan country o sonidos rockabilly con las guitarras hevies.
Varias de estas canciones nos hablan de andanzas de personajes en lo que solemos llamar el Lejano Oeste, esos caballeros fuera de la ley y esas damas llenas de sombras. Uno de los momentos brillantes se titula Lola Montez, equilibrado juego de rock comercial y toques metaleros con protagonismo absoluto de Poulsen y un estribillo muy bien arreglado: la historia de Elisabeth Rosanna Gilbert, díscola joven que acabó convirtiéndose en bailarina exótica bajo el seudónimo de Lola Montez y conquistando con su arte («shady and a tempered dame/blinding your eyes with her spider dance») a hombres de todo tipo (Franz List, Alejandro Dumas y Luis I de Baviera entre otros muchos). Forzada por sus exagerados escarceos, emigra a Estados Unidos en plena fiebre del oro para hacerse un nombre como bailarina y engañar a cuantos varones se cruzan en su vida hasta conseguir el saloon más famoso de San Francisco, lleno de hombres influyentes. Se dice que, a su muerte, estaba organizando una rebelión con ellos para independizar California: «wherever she walks/she sill be captivating all the men»). Otra mujer poderosa protagoniza Pearl Hart, ladrona famosa del siglo pasado. «The young lady Pearl was dressed/in a man’s jeans and a shirt» que entraba y salía frecuentemente de la cárcel «Lady Pearl in jail/you’ll rise». La canción tiene un tema melódico que se repite en la guitarra y el estribillo, pegadizo a más no poder. Otro atracador famoso, Charles Boles, el ladrón poeta, protagoniza, con su apodo, Black Bart, más rítmica, con una batería contundente, dobles guitarras lanzándose pequeños riffs. El tercer forajido de este álbum protagoniza Doc Holliday (pistolero, tahur y dentista, casi nada): «an outlaw walking through the valley of men». Comienza con un banjo (que reaparece en la parte central) al que se va sumando la banda hasta arrancar con un fiero riff y una estructura muy Metallica. En este saco podemos incluir Lonesome rider, con un ritmo y unos arreglos cercanos al rockabilly y la voz de Sarah Blackwood como contrapunto de un diálogo de enamorados que la guerra separó y la muerte volvió a juntar. Ella dice «reaper please take him home/he’s been wandering for far too long» pero la muerte no le escucha y el canta «where have you gone my baby blue/I’m here all alone I’ve been bleeding too» y «the dark reaper led the cowboy ahead into his final sunset». Ella quedó esperando, él cabalgó la eternidad.
Otro grupo de canciones reflexiona de forma más o menos directa sobre momentos vitales. El primer single, Cape of our hero, comienza con una preciosa guitara para dar paso a una sencilla estructura de estrofa-estribillo, muy recargado este de guitarras acústicas para dar fuerza al mensaje: «you tell me how I can fly away/and believe that all the angels are coming». Esta frase la pronuncia el cantante hablando de su padre, preguntándose dónde quedó aquella emoción de respirar las cosas por primera vez «when I can wear the cape». La curiosa versión de My body, editada unos años antes por Young the Giant, con un ritmo sincopado y una batería machacona, trae otro buen estribillo «my body tells me no but I won’t quit/’caus i want more».Poulsen en The sinner is you se pregunta: «what’s life without a little pain» y se responde «the good thing is on a little break/you’ll be fine and up again». El tema juega con una intro melódica, una estructura de tres guitarras que intercambian protagonismo y un juego de estrofa que acaba en la frase-estribillo. Muy sentida, también, Our loved ones, con introducción acústica, armónica incluida, otra buena muestra de dobles guitarras y un tono de decepción en la composición y la letra: «I hold the key but where’s the door».
A estas alturas queda claro que el estilo vocal de Poulsen da el toque particular a Volbeat, y cómo trabajan con él las melodías. Suena a Elvis Presley, en el sentido en el que también Glenn Danzig suena, otro adorador de «El Rey», mezclado con el James Hetfield de los noventa y un poco de Phil Lynnot. Además tiene un excelente registro que hace grande una canción como Dead but rising, con un toque melancólico rudo: el alma que se eleva después de la muerte para seguir con nosotros «the rebirth of man heals a bleeding heart/the eagles of kings wears my father’s soul». También de muertos habla The nameless one, con mayor deje rocanrol en la voz si cabe; los habitantes del cementerio te llaman «long time ago/you called upon the tombstone/gambling with your soul for nothing» y es hora de que vengas con nosotros «hold on to me baby/his bony hands will do you no harm». Más rápida, y también llena de muertos, The hangman’s body count representa la escena del condenado que debe pagar por su crimen al comenzar el día «get out of your bed/go up to he hills/the raven will lead» porque «the only friend you have is standin all the gallows end». Un excelente solo de Caggiano, por cierto.
Jundo a Poulsen y Caggiano, en Volbeat encontramos al bajista Andres Kjolholm y al batería Jon Larssen. Colabora en la producción Jacob Hansen, habitual en los cuatro discos anteriores de la banda. Lo grabaron en los Puk Studios de su Dinamarca natal. El work art corre a cargo de Karsten Sand siguiendo las ideas del propio Michael Poulsen.
El álbum alcanzó el número uno de ventas en Alemania, Dinamarca, Austria, Noruega y Suiza, con un notorio noveno puesto en el Billboard estadounidense. Al finalizar el año 2013 recibió el disco de oro en Estados Unidos y Canadá, el de platino en Suecia y Dinamarca y un doble platino en Alemania. Su trabajo de mayor éxito hasta el momento. El que abrió la lata del gran público y los grandes eventos.