El rock, como fuerza social y comercial, está moribundo desde hace un par de décadas. La mayoría de canciones nuevas de grupos nuevos que alcanzan cierta relevancia fuera del reducto propio pecan de un anquilosamiento tremendo, seguramente causado por la necesidad de copiar y repetir estructuras y sonidos para poder entrar en la rueda de conciertos y, por tanto, sobrevivir en el infra-mercado actual. Hay excelentes grupos actualmente; pero carecen de verdaderas oportunidades de progresar.
Pero, ¿todo el negocio está ocupada por esta (aparente) falta de creatividad? ¡Todo no! Una aldea poblada por irreductibles músicos resiste, todavía y como siempre, al invasor. Porque, en realidad, siempre hay artistas que buscan ganarse el pan y el Olimpo con ideas nuevas o verdaderas recreaciones personales de las estructuras antiguas.
Y aquí dejamos una selección de esos bichos extraños…
Isthar – Pequeña Sinfonía africana

Hay que estar muy loco o no tener nada que perder (o ganar) cuando compones un disco sinfónico de rock. Porque Jose Luis Rodríguez, bajo, voz y principal compositor de esta Pequeña sinfonía africana, se ha marchado un disco instrumental con partes cantadas (y alguna canción). Una base de hard rock con mucho desarrollo progresivo, toques tribales y ritmos y melodías de carácter arábigo (África) y cierto recuerdo al rock andaluz de los setenta, junto a cortes más melódicos. Fantástico No hay dos sin tres con la voz de Isabel Moreno. La joya es la suite de cuatro partes que da título al disco: los tres primeros son instrumentales y el cuarto tiene letra (“clamo al cielo y pido ayuda / por el mal olor del aire / producido por los miles de cadáveres / que se pudren en las calles de África”). Nota sobresaliente a las guitarras de Charly Díaz y Oscar García Morena. Colaboran Juan Olmos, teclados, Jose Antonio Muñoz, clarinete, Anto Fernández, batería, y Alex Rodríguez, percusión.
Cheetos’s Magazine – Amazingous

Alucino con la musicalidad y la inventiva de estos cinco energúmenos: melodías con aroma pop, cambios de ritmo y de tono con cierto regusto por la épica, juegos vocales y personajes diversos en un divertimento multicolor. Rock para días grises. Y para paseos por la playa. Siete temas cortos (siete minutos el más largo) y un suite, Big boy, de veinticinco minutos, dividida en cinco partes bien diferenciadas; por sí sola esta composición muestra a las claras la complejidad compositiva de Amazingous. En Cheese cheater me recuerdan a Coheed and Cambria (sobre todo por la parte central y los arreglos metaleros al fondo). Outflow tiene una sinergia de voces especial, un final muy Townshend y un teclado mágico. Más hard rock suena Ready to rumble, con un teclado eighties que tira de espaldas y un final apoteósico que (casi) se funde con «la balada» Close your eyes (me recuerda ese principio a Mike Oldfield). Adoro el instrumental Scum (vaya musicazos). Se visten con monos de colores a juego con la portada y sus cuentos delirantes. En directo deben de ser una experiencia a recordar. Por cierto: Esteban Navarro a las voces y los teclados, más teclados a cargo de Matías Lizana, las guitarras las lleva Manel Orella, el bajo Alex Marques y la batería Gerard Sala.
Frutería Toñi – Tengo mis días buenos

Sencillo: mezcla rock, un poco de jazz, un toque de blues, un par de guitarrazos heavies, unas vainas de flamenco, un clarinete por todos los rincones y que no se te olvide una producción elegante, sobria, limpia. Ah, y algunas letras comprometidas socialmente en medio de una orgía de música para orejas atentas: dale una vuelta a La tostá: «los majaras que manejan los dineros del mundo siempre quieren más/(…)/se están riendo en tu cara y tú con la tostá». Bases rítmicas elaboradas, con un bajista sobresaliente, sobre las que van desarrollando su arte los diferentes instrumentos, unas veces arropando la melodía vocal, otras tomando protagonismo. En especial disfruto con el piano y los pasajes más lentos, muy sensibles pero con fuerza. Hablar con las estatuas, por ejemplo, con una «natural delicadeza» puede servir de ejemplo; batería y piano jazzy y una ventolera final. Más prog son Tengo mis días buenos y Más de Black, con sus ocho minutos de cambios melódicos y tónicos, quizá el mejor guitarreo («en un país de ciegos/monarca y andariego/camina con soltura/un tuerto singular»). Y qué grande El monstruo de la pantalla final, homenaje, cargado de simbolismo, a los juegos arcade («soy el monstruo vengador/te pienso destrozar/y hacerte mio/en la pantalla final/solo te queda perder»). Y si tienes valor, siéntate y disfruta de FTV-1 elevado a Ñ: impresionante cómo el bajo guía y maneja los casi dieciseis minutos, con protagonismo del clarinete. Comanda la frutería Salva Marina (voz, piano, guitarras) con Curro García, bajo y guitarra, Jesús Sánchez, clarinete y saxo tenor, Jeimi Montes, batería, y Víctor Rodríguez, violín.
The Insomnia Night – The Hallway (Vol. 1 & 2)

Si la música de The Insomnia Night ya suena diferente, la inspiración de esta aventura es impactante. Manuel García de la Mata comparte la historia real de su hijo, diagnosticado de leucemia, como dice él, «en tiempo real, creando y componiendo según los acontecimientos». Tanto el título de la obra («el pasillo») como del grupo («la noche insomne o de insomnio») nos enganchan a un tiempo concreto en un hospital cualquiera. Historias de lucha, de soledad, de amistad. El Volumen 1 se grabó en 2017 y el Volumen 2 en 2019. Manuel se encarga de casi todos los instrumentos y las voces y cuenta con colaboraciones diversas: Lucy John a la voz solista, Gabriel Téllez al saxo, Laura Blanco y Marisa Senen a la viola y los violines, Yamil Zaidan a las guitarras y un largo etcétera, vaya. Destacar las guitarras a lo Gilmour de A day in the world, el aroma Bowie en Bad news, la sombra de Rush en In the blood, el melódico pop luminoso de Everyday o la genialidad prog de Waltz of the ghosts. Y todo acompañado de un despliegue visual: fotografía, vídeo y una web que son ejemplo para artistas con más prestigio.
The Dry Mouths – Memories from Pines Bridge

Un título extraño, una portada rara y un álbum instrumental. Perfecto para ir al desecho de la papelera digital. Pero estos tres tipos han facturado una colección de canciones impresionante. Grabado en directo, a modo de jam session, dejan volar su imaginación, y de qué manera. Cómo conjugan bajo, guitarra y batería en Low savvia (qué tufo a Ten Years After), qué delicadeza en Mangai maroke. Un corte de nueve minutos que te pasea por un páramo yermo y te empuja a resucitar en un oasis, el de la portada, esa piel tatuada, ese baño, esa luz, Impromental VII: Moustachette lo logra (final épico). Destaco las guitarras de Christ O. aunque no desmerezcan el bajo de Andrés Reyes (fallecido hace unos meses) ni la batería de Josh Morales. Eso sí; dedícale atención, no sea que tu subconsciente comience a vagar por el desierto y no encuentre el camino de retorno.
SomeWhereOut – Eternity, Infinity

Un álbum completo basado en los cuentos de Isaac Asimov. Personalísmas composiciones a cargo de Raúl Luipáñez, una especie de rockprog con tintes futuristas por momentos, sobre todo en el modo de arreglar y producir la obra. El propio Raúl toca todos los instrumentos contando con diversos cantantes: Alba Bermejo (White sun, black sky), Abraham Linares (My choice), Eleison Braiden (Over this vault) o Dante Martín (The last answer). Espectacular What if, con las voces de Abraham y Alba, y excelente solo. Las recreaciones de las historias originales navegan muy bien con la música como en la final Eternity/Infinity, con la voz de Dante, por cierto. No resulta fácil la escucha, eso es cierto, pero el viaje, ya de por sí de planteamiento magnífico, acaba con una sonrisa. No solo hay buenas guitarras, si no también unos arreglos y algunos pasajes instrumentales estupendos. Un rara avis incluso en esta lista.
