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Producido por Neil Kernon

No conozco muchos músicos que hayan ganado más de 40 discos de oro o platino y todos ellos viven en el Olimpo del Rock. Y esta es la cifra que, según él mismo, han despachado los trabajos donde Neil Kernon ha participado como productor, ingeniero, músico de sesión o vaya usted a saber qué más. Un tipo que fue virando de Hall & Oates a Queensryche, de Yes a Nile, de Mahavishnu Orchestra a Dokken. «No me gusta hacer una sola cosa, me gusta hacer un montón de cosas diferentes. Me mantiene fresco y me asegura que no voy a estar haciendo el mismo disco una y otra vez». Este es Kernon en su propio estudio.

Niño precoz de familia de músicos, arrancó sus primeras notas en un piano cuando apenas había cumplido cuatro años y se enganchó a una guitarra con siete. Aunque como músico apenas tuvo recorrido, este aprendizaje fue diferencial en su labor tras los mandos: «Encuentro difícil entender cómo se apañan esos productores (que no saben tocar un instrumento) para compartir las ideas con los músicos cuando no pueden coger una guitarra y mostrárselo. Para mi, esta es la manera inmediata de compartir una idea o una sugerencia».

Su primer trabajo en un estudio se lo dieron en Trident con 17 años: el chico de los recados, el teaboy. En apenas cuatro años pasó por todos los puestos tras los controles, fue músico de sesión y participó en discos de Queen (II, Sheer heart attack), Elton John, Mick Robson o Mahavishnu Orchestra. Buscando mejores oportunidades, se marchó a Francia, a los estudios Château d’Hérouville, donde había grabado gente como Jethro Tull, David Bowie o Sweet. Pero seis meses después el estudio cerró por reformas y Neil se quedó en la calle.

Se enroló pronto con una banda ya por entonces mítica. Fue ingeniero de sonido con Yes tanto en estudio como en sus directos dos años (aparece acreditado en Yesshows, 1980), hasta que decidió lanzarse como agente libre y pulular de trabajo en trabajo. Ringo Star le puso, literalmente, a los mandos de su estudio, The Farmyard and Startling Studios , donde hacía de productor, músico de sesión, chico de los recados, telefonista, ingeniero y guardián de las llaves. En tres años, desfilaron gentes tan diversas como Judas Priest (mezclando Unleashed in the east), Peter Hamill (como ingeniero en Nadir’s big chance) o Brand X, en cuyo Product (1979) escribió su nombre como productor por primera vez.

A estas alturas, ya observamos la inquietud laboral de Kernon. Eso que le obligaba a buscar constantemente la novedad, el cambio. Saltó a Nueva York por una casualidad. El teclista de Brand X le pidió ayuda para terminar el álbum de una banda llamada Orleans. Una casualidad que le condujo a su primer gran éxito como productor. Al batería de Hall & Oates le gustó tanto el sonido del álbum de Orleans que hizo de trampolín para que consiguiera el trabajo como ingeniero en Voices (1980). El álbum vendió muy bien, con Kiss on my list alcanzando el número 1 de singles y You make my dreams el número 2. Sus primeros disco de oro y platino. Las dos siguientes publicaciones del dúo, Private eyes (1981) y H2O (1982) funcionaron incluso mejor. Entre los tres han vendido más de 30 millones de copias en todo el mundo; y los tres fueron nominados a los Grammys.

Neil podría haberse quedado repitiendo estas producciones, anclado a un estilo buscando la mansión más grande, el yate más largo. «Yo quería ser más agresivo». Y lo intentó. Su primera obra, digamos, roquera, la produjo con Steve Walsh a la voz y Mike Slamer a la guitarra: el 1st de Street en 1983. Ese mismo año produjo el Drastic measures de Kansas y, a partir de ahí, encadenó un trabajo tras otro aumentando su cuota de protagonismo en el despegar del hard rock en las listas de ventas yanquis. Autograph (Sign in please, 1984), Michael Bolton (Everybody’s crazy, 1984) y, sobre todo, Dokken.

«Dokken fue una aventura y un circo. Los tipos trabajaban muy bien, pero, ya sabes, Don (Dokken) y George (Lynch) rara vez se veían las caras, así que teníamos numerosos problemas logísticos con los que lidiar.» Produjo dos de sus mayores éxitos: Under lock and key (1985) y Back for the attack (1987) creando un estándar de sonido hard & heavy imitado hasta la saciedad. Neil se manejó con los problemas internos de la banda a las mil maravillas, visto los resultados y confesiones como esta: «Cuando grabamos Back for the attack, tenía que pedirle a Don que no rondara por el estudio mientras grabábamos las bases, porque George, literalmente, dejaba la guitarra y se largaba, dejando a medias el trabajo». También escuchamos su magia en Excess all areas de Shy (1987), Boys in heat de Britny Fox (1989), Tough it out de FM (1989) y los debuts de Heaven’s Edge o Valentine (ambos en 1990).

Aquellos años, metió mano en otro producto que marcó tendencia, tanto en su futuro inmediato como en el sonido del metal de finales de los ochenta. Rage for order, el álbum que en 1986 editarían Queensryche, puso a la banda en el mercado, orientó el sonido de sus siguientes obras y fue punto de inflexión para muchos discos a partir de entonces. «Contacté con ellos en cuanto escuché que buscaban un productor. Adoraba The warning (1984) y les persuadí de hacer el siguiente». Consiguieron dar con la tecla: canciones más progresivas, estructuras complejas y un sonido agresivo sin perder la melodía, destacando el juego de ambos guitarristas y la magnífica voz de Geoff Tate. En realidad, la compañía y los mánagers dejaron a Neil al mando porque creían que sonaría distinto. «En los aquellos días trabajaba con compañías que «sugerían» que debíamos cambiar el estilo de la band para acercarlo a las tendencias de la época». Pero ni la banda ni el productor hicieron mucho caso. Kernon iba a producir el siguiente (Operation: mindcrime, 1988), pero el inacabable trabajo con Dokken se lo impidió. «Rage puede ser, a día de hoy, mi colaboración favorita».

Para el cambio de década, nuestro inquieto muchacho se mudó a Seattle. Allí le pilló el cambio de tendencia comercial, con el grunge y el doom metal subiendo en las listas de ventas. Durante un tiempo mezcló clientes más hardroqueros (Shy, XYZ, Petra) con otros acercamientos más metaleros (Flotsam & Jetsam) hasta que se cruzó con Nevermore. «Todavía se llamaban Sanctuary cuando los conocí. Hicimos algunas demos para Epic, pero no encajaba en su «nueva visión alternativa». Las demos acabaron en Century Media y el resto es Historia». Les produjo sus tres primeros: Nevermore (1995), The politics of ecstasy (1996) y Dreaming neon black (1999).

Sus orejas y sus manos comenzaron a buscar sonidos más crudos, más afilados, más veloces. En 1996 se metió en el metal industrial con Skrew (Shadow of a doubt) y en 1997 comenzó a trabajar para el sello Slipped Disc, produciendo su primera obra de death metal poco después para Macabre (Dahmer, 2000) y acabar llegando al regazo de Cannibal Corpse (Gore obsessed, 2002, The wretched spawn, 2004). «Realmente me gustaban Cannibal Corpse. Fue divertido trabajar con estos tipos. También me gustó Macabre: música divertida y grandes chicos!».

¿Cómo puede un mismo tipo ser capaz de evolucionar y mezclar todas estas sonoridades? «Personalmente, siempre doy lo mejor de mí para hacer que las cosas suenen lo mejor posible, no necesito que todo suene igual. Es muy importante para mí que el artista demuestre su individualidad. No me gusta poner mi sello en cada trabajo». Esta libertad para el músico y su pericia y experiencia a los mandos le ha permitido grabar y mezclar este siglo desde su propio estudio (Ranch Studio, en Texas) más de 70 discos, mezclando los sonidos death y heavy metal con artistas progresivos o, incluso, de power metal. Nile (a quien ha producido cinco discos), Aghora, Deicide, Exhumed, Gothminister y un largo etcétera.

Sus manos y sus orejas están en más de 500 discos, donde en al menos 350 ha cobrado como productor o ingeniero de sonido. Un crack, un currito, un tipo inquieto. «Soy algo así como un entrenador. Es muy importante empujar al artista en el estudio para que toque lo mejor que pueda, impulsarles a mejorar, a darlo todo». Palabra de Neil Kernon.

¡A disfrutar de su música!

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Don Dokken – Up from the ashes – 1990

¿Cuántas razones hay para terminar con una banda en pleno éxito? Seguramente detrás de la mayoría de ellas encontremos las drogas y el choque de egos. El cantante Don Dokken surfeaba en 1989 esa ola. El último álbum en estudio de Dokken, su banda, Back for the attack (1987), había logrado el disco de platino en Estados Unidos; pocos meses después Tooth and nail (1984) también conseguiría ese galardón; Under lock and key (1985) lo había logrado también; su reciente directo, Beast frome the East (1988) superaba el disco de oro. La MTV los adoraba, las entradas para los conciertos se vendían rápido. En Don crecía la fuerza para el siguiente paso, el siguiente disco. Sus luchas con el guitarrista George Lynch eran míticas. Aunque el batería Mick Brown solía decir que lo había inventado la compañía para lograr más publicidad, lo cierto es que ya para la grabación de Tooth and nail necesitaron de tres productores: Tom Werman, el primero, no pudo acabar el disco, y eso que venía de terminar el Shout at the devil (1983) con los mismísimos Mötley Crüe. Ese era el nivel de refriega en los primeros pasos de Dokken. Llamaron a Roy Thomas Baker, un tipo famoso por su vida hedonista y licenciosa, para grabar con Lynch, y a Michael Wagener para grabar con Don. Jeff Pilson, el bajista, lo explicó muy claro: en aquella época había tanta droga y pasábamos tanto tiempo juntos y Don y George eran tan diferentes que solo podía acabar mal.

Tras siete años desgastándose, Don Dokken decide dar la patada a su guitarrista para el siguiente álbum de la banda. Brown decide largarse con Lynch a probar suerte y Pilson tampoco está por la labor de quedarse en el barco. El nombre Dokken está registrado por los cuatro miembros, por lo que solo queda publicar la obra con su nombre delante de su apellido. Así, el que hubiera sido quinto disco en estudio de un grupo llamado Dokken se convirtió en el primero en solitario de Don Dokken.

Para la composición de las nuevas canciones Don contó con el guitarrista Billy White, con quien grabó las primeras maquetas. Tom Zutaut, productor ejecutivo del disco, le recomendó al guitarrista sueco John Norum; ¿dos guitarristas? Por qué no. Don llamó a su amigo Peter Baltes (Accept) para tocar el bajo y al batería Mikkey Dee, por entonces en tránsito entre King Diamond y Motörhead.

El quinteto se metió en el estudio a las órdenes de Don y con la ayuda en la producción de Wyn Davis, un tipo hábil con la consola, poco dado a meterse en líos, que ya había mezclado el Breaking the chains (1982). En general, el sonido intenta continuar el de Dokken, repetir la fórmula de éxito: hard rock de guitarras, melodías poco complicadas con buenos estribillos e historias de amor y desamor. Quizá resulta muy cargado en el gusto del jefe Don, y el cambio de músicos también se nota. Lynch tenía un ataque bastante heavy y usaba guitarras Krammer y ESP, mientras que Norum y White utilizaron sobre todo Fender y Les Paul. El protagonismo compartido de ambos guitarristas, por otro lado, dota de gran dinámica a las partes de guitarra, sobre todo los solos. Mikkey Dee, extraordinario, no resulta tan pirotécnico como Brown; de todos modos, las malas lenguas dicen que las baterías las grabó Ken Mary (Bonfire, Alice Cooper). Para completar el parecido, la compañía de discos contrató a David Williams para dibujar la portada, el mismo que, oh, sorpresa, la había dibujado para Back for the attack. Y casi se copió a sí mismo.

Por supuesto, Don no se olvida de sus excolegas. Abre el álbum Crush N Burn cantando con rabia una letra muy personal: ha escuchado demasiadas voces en el pasado que le han llevado a tomar malas decisiones y ahora quiere renacer de las cenizas después de haberse estrellado. La canción tiene una pequeña introducción con dos guitarras acústicas para romper con un buen riff y la batería seca y machacona en primer plano. El solo compartido, como casi todos, por Davis y Norum. Un puente-estribillo bien armonizado, cargado de efectos. En el primer single, Mirror mirror, también deja un recadito: “mirror mirror, on the wall/seven years, I survived them all/mirror mirror, tell me more/if that was love, then love is war”. Para escribirla contó con la ayuda de Mark Spiro, afamado productor y songwriter, conformando un desnudo corte donde todo el protagonismo lo lleva la línea melódica de Don. En el vídeo, los músicos van juntándose de camino al estudio en Los Ángeles donde les espera “el jefe”. Y ese riff de guitarra ¿no recuerda a Van Halen? Y en el último corte del disco deja una advertencia: “i’m just a lone wolf who’s waiting/waiting for life’s attraction to give me/the hunger”. Excelente final, por cierto. The hunger tiene velocidad y rudeza mezclada con el gancho de la melodía vocal. Y, por si hubiera dudas, en el libreto deja otro recado: “the best revenge is to live well”.

Más allá de estas autoafirmaciones, las letras de amor y desamor rellenan el resto del disco.

1000 miles away comienza con un piano y el cantante lamentando la volatilidad del amor “just like sand running through my hands/we tried to hold love, but it just slipped away”. La banda rompe tras la primera estrofa hasta un fantástico estribillo con ese coro de fondo. La balada, que no debe faltar, se titula When love finds a fool, compuesta a medias con el gran Glenn Hughes, quien luchaba, por entonces, con su propio infierno de drogas y deudas. Una melodía al uso de Glenn, de las que ha compuesto y cantado muchas, con las estrofas sobre una cama acústica y el estribillo arropado por las guitarras eléctricas. El corazón roto del enamorado que se lamenta de su pérdida. Glenn participa en los coros. Stay, segundo sencillo, fue de las primeras en componer, con su colega Mick Brown, en clave de balada heavy de amante despechado que suplica a su amada, con un fondo popero: “won’t you stay/can’t you see my love is waiting here”. Porque Don nunca ha negado su gusto por las melodías más poperas, y en Forever hace otra de estas, adornada por un exceso de ecos en las acústicas y la batería, a medio camino entre una balada clásica y un tema roquero, con buenos coros y una pasada de solo, más melódico.

Y el resto trae caña hard. When some nights, una de las mejores, por su ritmo de guitarra y bajo, riff que se clava, y esa aparente sencillez de Don al cantar que, de pronto, se eleva y se dobla y en la siguiente frase se queda desnuda para cantar a un amor imposible (aunque, ya sabes, puedes telefonearme cualquier noche): “take me back to a time I remember well/it’s a fact, when you’re near/you know we could stop the world”. Living a lie vuelve al hard rock potente de buenos coros. De las mejores interpretaciones vocales, sin tanto adorno técnico, pero pleno de entrega. Un corte con un fantástico puente hacia el solo, bastante rompedor. Give it up tiene todo el flow ochentero de Dokken con las guitarras más heavies del disco y un estribillo pegadizo para levantar los puños “so give it up/stop all your fighting/it’s my world/we’re dancing with destruction”. Las guitarras heavies a “lo Lynch” retornan al comienzo de Down in flames y nos dan una vuelta por el lado más brillante del álbum, sobre todo por el excelente riff y solo, las armonías vocales y ese estribillo de amor salvaje (“You’re taking control of my heart/and I’m going down in flames/straight to the ground over you).

El disco se publicó, finalmente, en octubre de 1990. Tuvo buena acogida, la poderosa MTV se esmeró en repetir los videos y la gira no fue mal, pero no llegó a vender lo que se esperaba. Don Dokken dijo años después que la compañía no apoyó lo suficiente y se centró en otras bandas. Quizá tenga razón, quizá los singles no tenían el gancho necesario, quizá tanto cambio despistó al público. Quién sabe. Lo cierto es que tras unos meses John Norum siguió con su carrera en solitario, Peter Baltes volvió al seno de Accept y Mikkey Dee acabó en Mötorhead pisándole el puesto a Tommy Aldridge. Don se tomó un tiempo para componer su siguiente álbum en solitario, pero, por cosas del azar y el dolar, acabó reuniéndose con sus excompañeros para el que sería quinto álbum de Dokken, Dysfunctional (1995). Pero esa es ya otra historia.

En definitiva, Up from the ashes resulta un excelente disco de hard melódico, sin un tema imprescindible, quizá algo plano por la temática amorosa, pero sin ningún momento malo, donde entras expectante y sales satisfecho.

Y si quieres profundizar un poco más, le dedicamos un especial en «El Fantasma de la Ópera Radio» que puedes escuchar en este enlace.

El rock de la ciudad: canciones sobre París.

El personaje de Leonardo DiCaprio decía en la película Titanic (1997): «es lo bueno de París, muchas mujeres quieren desnudarse». Humphrey Bogart, en Sabrina (1954), afirma que «París es para los enamorados; tal vez por esa razón solo estuve allí 35 minutos». Ciudad del amor, de las fantasías sexuales, de la libertad y la cultura, ciudad con un fantástico escaparate donde la vida transcurre de modo parecido a cualquier otra gran urbe del mundo. Pero, oh, el mito que tiene a su alrededor. Ese no se lo puede quitar nadie. El propio Bogart, en la escena final de Casablanca (1942), junto a Ingrid Bergman, dejó una de las frases antológicas de la ciudad y del cine: «Siempre nos quedará París». Siempre tendremos el recuerdo.

Y un poco de todo esto hay en la selección de canciones sobre la ciudad de la luz (y de las sombras, pues). Hay amor perdido, amor encontrado y amor no correspondido. Pero también hay algo de historia (que «París bien vale una misa»), alguna epopeya personal y hasta una de espías.

Como de costumbre… dale al play.

Gary Moore – Parisienne walkways

Tenía que ser la primera. Canción romántica, llena de nostalgia, rememorando los paseos por París con la persona amada. En la versión primigenia cantaba Phil Lynnot (también tocaba el bajo) y la batería corrió a cargo de Brian Downey, ambos compañeros de Moore en Thin Lizzy. Se editó en 1979 como single alcanzando el número 8 en las listas británicas.

Ben Harper – Paris sunrise #7

¿Y por qué no rememorar el pasado con un tema instrumental? Increíble interpretación, sentida melodía. Recibió una nominación a los Grammy. Harper la grabó con sus Innocent Criminals para el álbum del 2007 titulado Lifeline. En el vídeo toca seguidas Paris sunrise #7 y la propia Lifeline, dando un hermoso sentido a la canción: «I don’t want to wait a lifetime/not yours, not mine/can you see me reaching/for the lifeline».

Stephen Stills – Midnight in Paris

Compuesta por la (entonces) esposa de Stills, Véronique Sanson, cantante y compositora nacida en París, rememora una cita romántica una noche de otoño: «I want to tell you ‘bout all I see/Stars in my eyes that you would not believe/I’m a little funky wearin’ out my shoes/Don’t mean anything unless I’m dancin’ with you/Midnight, midnight in Paris». Parte del álbum Illegal Stills (1976).

Dokken – Paris is burning

Una ruptura amorosa en la ciudad del amor: «I can’t believe/You’d throw it all away/You know you played me for a fool». La canción tuvo una primera versión en la edición original europea del álbum Breakin’ the chains (1981) titulada, simplemente, Paris. Para la reedición de 1983 en Estados Unidos, con el título alargado, se sustituyó por una fantástica versión en directo grabada en Berlín en 1982.

Tako – París 1968

Pero no todo va a ser amor y nostalgia. En la ciudad de París también se anclan hechos históricos, y a uno de ellos viajan los zaragozanos Tako en su álbum El club de los inquietos (1999), al mes de mayo de 1968. Mezclando una letra en francés y en inglés, pasean con su guitarra y su música dando paz y amor.

Rush – Bastille day

Los canadienses Rush viajan a otro de esos momentos: la revolución francesa. «And we’re marching to Bastille Day/The guillotine will claim her bloody prize». Camino de La Bastilla a cortar algunas cabezas y hacer un poco de justicia (más o menos). Abría el tercer y definitorio Caress of steel (1975).

Streetheart – Action

Y otros canadienses, Streetheart, disfrutaron de las mieles del éxito locales con este single que abría su debut Meanwhile back in Paris de 1978. En la banda figuraba Paul Dean a las guitarras, quien daría el salto poco después a Loverboy. Una historia de agentes secretos: «I’m afraid now, I’m going to phone the base now/Yeah maybe the master really gonna pay, yeah».

Dark Moor – Bells of Notredame

En su muy recomendable The Hall of the olden dreams (2000) hacen una semblanza del mítico jorobado y campanero de Notredame:»We see the hunchback in Notre Dame/Dancing on the tallest towers». Un personaje despreciado por la sociedad que encuentra entre las torres de la iglesia la soledad «Looking at the bells he thinks about his tragic fate/Wants to be a rock or metal like his souless mates».

Queensrÿche – Last time in Paris

Una (supuesta) historia real que le ocurrió a Geoff Tate, cantante de la banda, en un concierto en París. La noche se complicó, una cosa llevó a la otra y acabó durmiendo más de la cuenta. Al llegar al concierto no le dejaron entrar: «took the metro out to Avignon/Man at the backstage, didn’t know my name/Said hey, I’m with the band!/You and everyone today». Alguien le reconoció y pudo entrar al backstage. Corte grabado en la época del Empire (1990), que no formó parte de la edición original, y debutó en la banda sonora de The Adventures of Ford Fairlan.

Elton John – Paris

Tercer single del álbum de 1986 Leather jackets. Para Elton no todas las ciudades son iguales y en Paris puede pintar el cuadro más colorido con su amor: «But when I get to Paris/We’ll paint all our portraits/In brush-strokes of yellow/And christen the canvas».

Place Vendome – Place Vendome

Y para cerrar, banda, canción y disco con nombre parisino: «So just hold my hand and I’ll show you my second home/Down at the Place Vendome». Plaza célebre del París clásico, lugar de paseos y, por lo visto en la canción, algo más que besos. La banda, fabricada en un despacho de Frontiers Records, editó su estupendo debut en el año 2005.

Mixed by Steve Thompson and Michael Barbiero

Thompson Barbiero 1

Mixed by Steve Thompson and Michael Barbiero

Steve Thompson (a la izquierda) y Michael Barbiero (a la derecha) fueron a finales de los setenta dos jóvenes enganchados a la música disco en Long Island: Barbiero era DJ (vamos un pinchadiscos) y Thompson se dedicaba a remezclar canciones para las pistas de baile. Descubrieron que tenían en común su pasión por la tecnología y la música y se dedicaron a intercambiar proyectos: era el año 1979. Juntos o por separado se encargaron de canciones y álbumes del mundo pop: Whitney Houston, Madonna, Simply Red…

El propietario de Geffen (archifamoso David Geffen) les ofreció encargarse de una nueva banda que acabaría llamándose Tesla. Su trabajo en el mundo del rock no había pasado de la etapa ochentera de Mick Jagger en solitario y se lo tomaron como un reto. Produjeron y mezclaron los álbumes más famosos de la banda.

Tesla – Little Suzi

Tan buen resultado obtuvieron que el siguiente encargo fue para otra nueva banda tan desmadrada como genial: el primer álbum de Guns’n’Roses.

Guns’n’roses – Paradise city

Con cientos de ofrecimientos sobre la mesa, estos chicos se dedicaron a mezclar buen rocanrol. La compañía Geffen se encargó de tenerles cerca pero no le hacían asco a nada. Sus mejores obras en nuestro mundillo salen como churros en aquellos años: Metallica, Little Angels, Anthrax, Kiss, Alice Cooper, Cinderella, Dokken y paro porque la lista es interminable.

Metallica – Blackened

Dokken – Kiss of death

Anthrax – Got the time

Estos son solo unos pocos ejemplos. Coge tus discos favoritos de los ochenta y primeros noventa y descubre cuánto debes al trabajo de estos dos monstruos.

Producido por Tom Werman

Producido por Tom Werman

Tom Werman se ganaba la vida como cazatalentos para Epic Records a principios de los setenta. Aunque fichó a bandas como REO o Boston también dejó escapar a algunos peces gordos (Kiss, Aerosmith); cuando su credibilidad flaqueaba en la empresa descubrió a un jovencísimo Ted Nugent y se lo llevó al huerto musical. Con él debutó como productor en 1975 con el álbum homónimo y siguió en el puesto durante toda la década, incluyendo el fabuloso directo Double Live Gonzo! y este Cat Scratch Fever

Ted Nugent – Cat Scratch Fever – 1977

Durante la segunda mitad de los setenta también se encargó de otro grupo interesante, Cheap Trick: In color (77), Heaven tonight (78) y Dream police (79). Llevó a la banda a la primera línea de ventas.

Cheap trick – Surrender – 1978

Acabó la década produciendo el mejor trabajo de Molly Hatchet, Flirtin’ with disaster. Siguió con el grupo durante buena parte de su carrera, hasta el  No guts…No glory (1983).

Molly Hatchet – Flirtin’ with disaster – 1979

Con los ochenta Tom decidió independizarse y trabajar por su cuenta, cual buen mercenario de la mesa de mezclas, y se mudó a Los Ángeles, donde algo se estaba cociendo. De esas, se encargó de las bandas punteras de la zona. Acogió y escogió a lo más selecto de la casa: Motley Crüe. A los Motley les produjo Shout at the devil (83), Theatre of pain (85) y el megamultiplatino Girls, girls, girls (87). Otro pelotazo.

Motley Crüe – Looks that kill – 1983

En medio le quedó hueco para otras dos joyitas del hard ochentero en 1984: Twisted Sister y su Stay Hungry y Dokken y el Tooth & Nail.

Twisted sister – The price – 1984

Dokken – Into the fire – 1984

Toda una lluvia de discos de platino y oro le auparon entre la élite de la época, atrayendo a grupos y solistas que querían vender a toda costa o dar el salto definitivo. Entre ellos, Lita Ford, Krokus, LA Guns y, sobre todo, Poison y su Open up… (1988).

Poison – Fallen angel – 1988

L.A. Guns – The ballad of Jayne – 1989

El cambio de década no favoreció a su estilo y aunque no le faltó trabajo no volvió a encontrar otro grupo con el que paladear el éxito comercial. Se retiró en 1999 con nada menos que 23 álbumes de oro y platino en su colección. Casi nada.